Educar sin culpa, de Alejandro de Barbieri, logoterapeuta uruguayo, ha vendido muchos miles de ejemplares ya que da respuesta a los cuestionamientos de tantos padres y madres que tienen el reto de educar.
Un tema de indispensable lectura en un tiempo en el que vemos que muchos padres tienen miedo de poner límites y estructura a sus hijos con resultados nefastos. Tanto niños como jóvenes necesitan sentir que la autoridad son sus padres; que ellos son capaces de contenerlos con un ‘No’, con disciplina.
Recordemos que la autoridad es un servicio, tanto la autoridad de los gobiernos como la de los maestros y la de los padres. Ellos, con el tiempo, lo agradecerán.
Aquí un breve texto de la obra:
ME DUELES, LUEGO EXISTO. (1)
Me duele la realidad de las familias, la sociedad en que vivimos, de adicciones, depresiones y vacío existencial. Me duele la apatía, la falta de interés por el otro y que vivamos anestesiados, conformándonos con que “el mundo es así” y sin confiar en nuestra capacidad para cambiarlo ni en nuestra responsabilidad para con el futuro.
Este libro no fue escrito en una oficina o encerrado en un consultorio. En los últimos años, no solo he recorrido Uruguay y viajado por América Latina (Brasil, Perú, Argentina, México y Guatemala) trabajando con padres y docentes, sino que he sido coordinador, junto a Marcela Arocena, del Centro de Logoterapia y Análisis Existencial, CELAE (2). Esto me ha permitido conocer alegrías y dolores, pero, sobre todo, me ha hecho notar cómo la consulta psicológica ha crecido notablemente. Esto tiene sus ventajas y desventajas. Una de las ventajas es que ha derrumbado el mito de que “el que va al psicólogo es porque está loco”, la gente consulta sin miedo. Pero sin darnos cuenta –y he aquí la desventaja– esta consulta, muchas veces, ha terminado siendo inoperante o poco efectiva.
La explicación es que cuando los padres consultan por algún motivo como enuresis, falta de límites o falta de concentración, lo hacen desde la aceptación implícita de que ellos no saben lo que le pasa a su hijo y que hay un otro –el psicólogo– que sí sabe y se lo va a decir o aplicará la técnica adecuada. Este modelo “técnico” de acercamiento a los padecimientos, más o menos comunes, del educar tiene como riesgo el que los padres y educadores renunciemos a nuestro rol.
Me duele que los padres no estemos convencidos de que nosotros somos los primeros expertos, que el docente no esté convencido de que él es el primer (o segundo) experto en el proceso de educar. Por ello, escribo este libro con un sentimiento de rebeldía, con el deseo de ayudar a padres y educadores a recuperar su rol en la vida de sus hijos y, por lo tanto, para ayudar también a los docentes a cambiar la realidad de nuestra sociedad y de nuestro país.
Busco ayudar a que los padres y los docentes tengan la experticia necesaria para educar. No quiere decir que dejen de consultar ni que los diversos terapeutas no debamos intervenir. Pero nuestra intervención pierde efectividad si no incluimos a los padres y educadores y, por transitiva, si los padres y educadores “aparecen a tiempo”, quizás no se precise de nuestra intervención.
Debemos volver a confiar en nuestra experticia para dejar de renunciar a nuestra responsabilidad y tomar la vida en nuestras manos. Solo así seremos adultos y educaremos niños y adolescentes libres y responsables. Si esto no nos duele, seguiremos año tras año lamentando pasivamente las cifras de suicidio, depresión, adicciones, viendo “el mundo pasar” sin creer que nosotros mismos, no solo padres y educadores, sino políticos, empresarios, la sociedad toda está involucrada y comprometida con un cambio de actitud. En el fondo, se trata de salir de la actitud de víctima y ser protagonista de nuestra propia vida.
Este libro es una apuesta a la “psicología preventiva”, al trabajo silencioso de distintos actores de nuestra sociedad, una vuelta a los valores elementales de la educación, como el preservar la vida, el querer lo mejor para los hijos, el frustrarse para poder caminar y, especialmente, una apuesta por sostenernos en este tiempo de aislamiento existencial. Recuperando el resquebrajado entramado social y familiar podremos restaurar la alianza implícita que antes existía entre padres y educadores.
No estamos solos, podemos acompañarnos para educar, conversar con otros para ser firmes en el no, en el límite y, en el fondo, ser firmes en el amor.
Este es un libro escrito con dolor por la realidad actual de padres que simbólicamente han dejado “huérfanos” a sus hijos y con amor para intentar en estas páginas devolverles la paternidad, el valor de educar, para ser personas libres y responsables de su destino.
Como afirma Viktor Frankl en el prólogo al libro de Elisabeth Lukas 3: “Hemos de reconocer que la psicoterapia se halla en un estado deplorable. Por un lado, se descompone cada vez más en sectas; por otro, se está degenerando en una especie de industria. En otras palabras, cada vez está más influenciada por las ideologías y más comercializada”. Así, este libro es también un intento de recuperar la credibilidad en nuestra hermosa vocación (no me gusta decirle profesión) para que la sociedad vuelva a creer en sí misma y no sea víctima de un “comercio psi” que termine dominando los dolores de la gente.
Por supuesto que estas páginas no van en desmedro de los tratamientos cuando son bien indicados. Creo y confío en la psicoterapia como una de las tantas herramientas a las que se puede recurrir; el problema aparece cuando se la transforma en la única aceptable.
La educación es un derecho fundamental reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989. La educación es fundamental para lograr una convivencia en nuestra sociedad, mejorar la relación con nuestros semejantes y ser un activo participante en los cambios que cada sociedad precisa para ser más justa, solidaria, pacífica y en la que sus miembros se desarrollen como personas en todas sus dimensiones. Educar nos previene de una sociedad en la que crezca la inseguridad, la violencia, las adicciones, entre otras dificultades. Educar es un acto de amor profundo. Se educa porque se ama; es una suerte de “imposición amorosa” por momentos, no siempre. Pero está faltando ese coraje para imponernos con amor y educar.
El autor dice que vivimos una realidad en la que los padres simbólicamente han dejado huérfanos a sus hijos y que la intención del libro es devolverles la paternidad y el valor de educar.
En el capítulo dedicado a los docentes De Barbieri afirma que nos encontramos frente a niños y adolescentes que no respetan la autoridad,
ansiosos, demandantes, exigentes, víctimas de la tiranía del deseo. Para ellos, dice el autor, ser feliz es desear cada vez más y por tanto, quedamos todos víctimas de lo instintivo. Por tanto, una de las tareas claves del educador es frustrar al alumno para que haga algo con lo que le pasa y no sea víctima pasiva de esos instintos.
- Díaz Hernández, Carlos. Valores y Logoterapia: encuentro entre el personalismo y Viktor Frankl. Edición del autor, México, 2013, pág. 135.
- Centro que se dedica a la difusión, asistencia y docencia de la Logoterapia de Viktor Frankl y de todo el modelo humanista-existencial en psicología y su desarrollo en las áreas clínica, educacional y organizacional.
- Tu vida tiene sentido. Logoterapia y salud mental. SM Ediciones, Madrid, 1983.
Bibliografía:
Educar sin culpa.
Alejandro de Barbieri
Ed. Grijalbo 2014
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2 comentarios
Qué bueno que se desarrollen este tipo de materiales, muchas gracias por compartir la reseña.
Es un obstáculo muy grande la culpa, no solamente para educar sino para vivir también. Trabajarla, es decir superarla, es muy importante; por lo qué estoy segura qué la lectura de el libro: Educar sin culpa resultará no solamente una herramienta estupenda, sino un recurso para liberar el alma.