El desafío de la convivencia.
Por: Alejandra Benítez
Cuando aprendí todas las respuestas, me cambiaron todas las preguntas, ¿no es una frase acertada para describir cómo nos sentimos en esta pandemia?
En pocas semanas, la mayoría de las certezas se han debilitado o nos han abandonado. Tememos enfermarnos, perder a un ser querido, quebrar, perder el empleo o nunca volver a estar empleado…
Una respuesta de la que sí teníamos certeza era sobre nuestra identidad.
Todos teníamos un lugar por ser quienes éramos y por hacer lo que hacíamos… Pero, en lo profundo, hoy no se siente igual, ¿verdad?
La pandemia con sus peligros e incertidumbres nos ha puesto en modo “supervivencia”. En este modo, nuestro sistema instintivo/emocional toma el control, estamos más alertas a lo que nos puede dañar o afectar nuestra existencia. Nos volvemos más demandantes, inseguros, exigentes, intolerantes…
No cabe duda que los nuevos roles, para los que no estábamos preparados aportan una dosis de estrés.
Como resultado de estos cambios, cada día, nosotros y quienes nos rodean nos va diciendo con gestos o comentarios, algo nuevo sobre quienes somos… y no siempre es lo que esperamos…
Estamos en casa, atendiendo quehaceres que quizá ya habíamos delegado o de los que nunca nos hacíamos cargo…; o ejecutando órdenes, complaciendo caprichos para bajar los decibeles o compensar el encierro…; tolerando niveles de ruido o de silencio no acostumbrados; o exigiendo/nos creatividad, imaginación, ingenio para hacer, paciencia y templanza para responder a demandas que se multiplican sin darnos respiro. También nosotros reprochamos cosas a los demás…
En este nuevo escenario podemos sentirnos al descubierto, desenmascarados en nuestra pequeñez, enojados, desorientados, pero también ofendidos, incomprendidos, y en la mayoría de los casos con recursos limitados para mostrar que en realidad no somos así, “que todo es producto del encierro y la pandemia”…
¿Y si lo pensamos como una oportunidad? ¿Y si este tiempo sirviera para re-descubrirnos y ser más nosotros mismos?
Podríamos investigar juntos algunas pistas que ayuden a afrontar este nuevo modo de convivencia.
Adueñarse de lo que nos pasa.
En toda convivencia se teje una trama de relaciones que impactan nuestras emociones más profundas.
La proximidad y los nuevos espejos hacen que se confunda lo que hago con quien soy. Pero es justo la intimidad cotidiana la que nos puede ayudar a hacer un ajuste hacia la coherencia empatando lo que construimos cada día con lo que soñamos ser.
Miremos adentro para identificar la fuente del valor y riqueza humanos que anidan en nuestra esencia: respeto, generosidad, creatividad, inteligencia, voluntad, un alma buscadora de eternidad…
Si lo tomamos bien, la mirada o el comentario de los otros puede ser un aliciente a mirar aspectos nuevos de nuestra personalidad y a hacer algo con eso. Y esto funciona en los dos sentidos.
Se abre, para todos, una oportunidad para revisar los modelos mentales, los anteojos con los que miramos y comprendemos la realidad y a nosotros mismos. Adueñarnos de lo que nos pasa es aceptar las nuevas condiciones, volver a nuestro interior para rescatar todo lo valioso, entendiendo cuánto puede aportar la mirada del otro y viceversa.
Construir hoy, lo que va a ser el pasado del futuro.
Se insiste mucho que todo lo que tenemos es el presente, que el pasado no existe y que el futuro es una ilusión. Acuerdo con que el presente es el territorio de la acción, pero si observamos nuestro presente, ¿no refleja en gran parte nuestras decisiones del pasado? ¿Conviene ignorarlo u olvidarlo?
Limitarnos al presente supone ignorar los aprendizajes del pasado que son muy útiles para enriquecer el hoy y bajar el nivel de incertidumbre sobre el mañana.
Un presente como el actual que nos instala en el modo “supervivencia” necesita ser superado para recuperar la alegría. Esto se logra reconociendo e integrando la emocionalidad a la potencia de nuestro ser racional y espiritual. Esto implica ejercer la capacidad de planificar, fijar objetivos, buscar la trascendencia. Este conjunto de habilidades nos permiten adaptarnos al medio y transformarlo favorablemente. La regulación de las emociones nos libera de la tiranía de la inmediatez, del miedo instintivo a lo que vendrá. Abandonar el miedo implica abrir la puerta, al sentido, a la esperanza y al futuro.
Vivamos de tal modo el presente, que al mirar atrás en el futuro se vea lo sembrado, hecho y dado con lo mejor de nosotros.
Convertir la imposición en opción personal.
Una nueva situación, como la que vivimos, que no elegimos y que modifica lo conocido es una imposición que nos obliga a un cambio que limita y recorta la libertad.
El secreto para poner el cambio a favor está en convertir aquello que debemos en algo que queremos.
Convivir 24/7 puede resultar una imposición, frente a la cual podemos padecer o convertirla en una oportunidad. El desafío es encontrarle un para qué, qué podría ser: para conocernos, para bucear más profundo en nuestra realidad familiar.
Escuchar y comprender la necesidad de los otros y las propias, es un ingrediente clave para que nuestros actos encuentren un sentido; y para que aún los más pequeños y banales, sean expresión de una decisión personal. Los actos conscientes nos ayudan a crear un entorno de bienestar para todos. Si surgen del amor sirven para construir un futuro venturoso, liberándonos de la carga de lo impuesto y convirtiéndonos en protagonistas.
Fuente: https://www.linkedin.com/pulse/la-incertidumbre-nuestro-favor-parte-1-alejandra-benitez/?published=t
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