Por Edgardo Flores Herrera
¿Cuáles son las preocupaciones actuales del hombre moderno? ¿Un auto nuevo? ¿Una casa más grande? ¿El placer? ¿La diversión? ¿La felicidad? Sin lugar a dudas todos los hombres y mujeres estamos en busca de la felicidad, ¿pero en dónde buscamos esa felicidad?
El mundo actual vive una crisis, y no sólo en cuanto a lo económico, sino en todos los diversos aspectos. Una crisis de valores y crisis existenciales. Vivimos una época donde ha surgido el hombre light, un hombre que empieza a despreocuparse de las cosas trascendentales y a preocuparse por demás aspectos, como el aspecto y las cuestiones materiales. La vida “exprés” empieza a imperar. Ahora buscamos la manera de ahorrarnos esfuerzos y de evitar pasar por grandes problemas para conseguir aquello que anhelamos.
Pero a todo esto, ahora que tenemos mayor poder adquisitivo; que logramos conseguir aquellas cosas que tanto anhelábamos a una velocidad aún mayor que en el pasado. Nuestra vida moderna nos lleva a preocuparnos por muchísimas cosas, y ha dado como resultado una existencia llena de estrés y de angustia, y en muchas ocasiones una vida pasajera llena de vacío. ¿Para qué realizamos todo aquello que hacemos? ¿Cuál es el por qué de todas esas actividades que realizamos con tanto afán?
¿Qué sucedería si después de una revisión médica nos revelan que padecemos una enfermedad que nos da únicamente un mes de vida? ¿Acaso no cambiaríamos nuestra perspectiva? Nuestra visión y nuestras actividades estarían más enfocadas a dejar un “legado”, es decir, ser trascendentes. Quizás aprovecharíamos para realizar aquella actividad que tanto nos han llenado de satisfacción un tiempo atrás, y que olvidamos gracias a las nuevas preocupaciones. Igual podríamos enfocar nuestro tiempo a “disfrutar” plenamente a la familia y lograr consolidar amistades y reparar aquellos daños que antes podríamos haber causado. ¡Estaríamos dejando las cuentas pendientes!
Desgraciadamente la vida nos ha llevado a olvidar aquellas cosas que nos llenan de sentido, enfocándonos al “tener”, en lugar del “ser”. Vivimos como si tuviéramos “el tiempo del mundo”, como si la vida nunca se acabara, sin embargo, nuestra vida misma se puede terminar en tan sólo un instante. Por eso, hay que empezar a vivir como si HOY fuera el primer día del resto de nuestra vida.
Desde una pequeña sonrisa hacia los demás, desde convivir con la familia, desde un abrazo cálido o un beso de amor con la pareja que has compartido tu vida desde hace varios años; cualquier detalle te puede llenar el corazón de regocijo. Regresar a tocar algún instrumento que desde hace tiempo no lo haces, escribir, cantar, pintar… aquella actividad donde dejabas plasmados tus sentimientos más profundos. Dale un nuevo sentido a tu vida, recuerda, vive como si hoy fuera el primer día del resto de tu vida.
Edgardo Flores Herrera
Universidad Autónoma de Yucatán
Facultad de Psicología
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