EL GRAN ARREGLADOR.
Un cuento para vivir el duelo.
Del libro: Aprendiendo a decir adiós. De Marcelo Rittner.
Transcrito por: Elisa Vanek
Hace años, durante una visita a mi casa, al rabino Carlajeb, contó este profundo relato.
Hace tiempo, el Rey de la Tristeza quería ver si todo estaba bien en el mundo. Quería, principalmente, ver si todos sus súbditos estaban tristes, porque la persona que está realmente triste, es la más feliz ante la presencia de otras tristes almas.
El Rey de la Tristeza visitó su reino completo y descubrió que el mundo entero se sentía miserable. Ni una sola persona estaba contenta o satisfecha. El rey no podría haber estado más feliz. Sin embargo, mientras regresaba a su ciudad capital, el rey vio algo sumamente desconcertante y terrible. A la distancia estaba un hombre sentado en un porche roto y viejo, sobre una silla vieja y desvencijada, con nada más que sobras de comida frente a él, las cuales estaban en un viejo y quebrado plato. Este hombre estaba cantando y tocando la guitarra. ¡Sin duda alguna, este hombre estaba feliz! El rey se quedó anonadado y temeroso, porque sabía demasiado bien que una persona feliz podía destruir completamente su reino. Sabía que tenía que observar a este hombre, pues nadie excepto él mismo era capaz de realizar estas labores. La tristeza debía ser cuidada a todo costo. El rey se disfrazó con harapos y acercó al hombre, diciendo: -No creo que nos hayamos conocido. ¿Quién eres? El hombre contestó: -Todos me conocen. Soy El Gran Arreglador. Yo voy por las calles del mudo gritando: ¡soy El Gran Arreglador! Háganme entrar a sus destruidos hogares, sus destruidas vidas, sus corazones rotos. No te preocupes por el costo. Tan sólo unos centavos son suficientes para comprarme un pequeño festín, porque uno debe festejar a cualquier costo. El rey estaba alterado. Sabía que la gente triste nunca festejaba. La comida ha perdido su sabor para el corazón entristecido. Él sabía que su reino estaría en riesgo si la gente comenzaba a festejar a pesar de estar sentados en sus derruidos porches, sobre sus resquebrajadas sillas, alimentando sus rotos corazones y comiendo sobras. El rey diseño un plan. Al siguiente día, cuando El Gran Arreglador comenzó a caminar por las calles invitando a la gente a darle entrada a sus vidas rotas, alguien gritó desde una ventana:
-¿Qué te sucede? ¿No sabes que el rey decretó que arreglar es ahora ilegal?
La situación se veía difícil para El Gran Arreglador, pero sin duda alguna, una persona no puede estar feliz sin un pequeño festejo. Por lo tanto, El Arreglador se acercó a un hombre que cortaba madera y le preguntó si podía realizar su trabajo por algunos centavos. El hombre estuvo de acuerdo, y aquella noche, después de comprar una pequeña porción de la comida más barata disponible, El Arreglador hizo una fiesta. El rey apareció en la casa del Arreglador y lo vio cantando. Estaba intrigado, y por lo tanto le preguntó: -¿Qué hay de nuevo? El Arreglador contestó que el rey estaba loco, porque había prohibido arreglar. El rey dijo:
-Si eso es así ¿Por qué estás cantando? ¿Por qué tienes un festín?
El arreglador le dijo que había encontrado un trabajo como leñador, y que había hecho tan buena labor, que había sido invitado al siguiente día para ganarse unos cuantos centavos más. Al siguiente día, cuando El Gran Arreglador se acercó al hombre para el cual cortaba leña, lo encontró en estado de desmayo.
-Siento mucho tener que decirte esto, pero recién me enteré que el rey emitió un nuevo decreto prohibiendo el corte de leña. Tendrás que irte.
La situación se veía mal para El Gran Arreglador, pero se rehusó a darse por vencido, y pensó para sí mismo: “tengo que seguir andando por las calles del mundo buscando algo más para hacer, para poder hacer mi festejo”. El arreglador estaba de camino, cuando vio una rica y hermosa mujer barriendo su porche, vestida con sus mejores ropas. El Arreglador le preguntó por qué estaba haciendo eso, y ella respondió que su sirvienta la había abandonado. El Arreglador ofreció hacer este trabajo a cambio de unos cuantos centavo, y esa noche, el festejo fue definitivo.
El rey, nuevamente disfrazado, apareció una vez más en medio de la comida y le preguntó al Arreglador:
-¿Cómo le haces? Pensé que cortar la leña estaba prohibido.
El Arreglador contestó:
-Tienes razón. El rey está más loco que nunca, por lo que hoy encontré un nuevo trabajo: barro pisos.
Por supuesto que El Arreglador llegó al siguiente día para encontrarse con que barrer había sido prohibido. Esto fue seguido de prohibiciones para hornear, hacer jardinería, pintar y construir. Lo que fuera que encontraba El Arreglador para hacer, inmediatamente lo prohibía el rey y al siguiente día. Muy pronto el reino estaba en ruinas.
Sin embargo, El Arreglador se rehusaba a desesperarse. Había que encontrar la manera de ganarse unos centavos. Decidió que no tenía más remedio que unirse al ejército del rey. Los soldados siempre eran necesarios, y a pesar de que generalmente se les pagaba quincenalmente, El Arreglador fue capaz de convenir un contrato especial con el capitán del rey, que le permitía recibir algunos centavos cada noche. Ser soldado (y matar) era lo más lejano al carácter de El Arreglador, pero decidió que podía marchar todo el día de un lado al otro batiendo su espada, pretendiendo ser leal al rey. Cada día recibía sus centavos, y en la noche se sentaba en su pequeño festejo.
Un día, el rey estaba revisando a sus tropas, y vio a un hombre marchando con una sonrisa en el rostro. Esa noche, una vez más disfrazado, se acercó a El Arreglador durante su festejo y le preguntó:
-¿Cómo le hiciste?
El Arreglador le respondió:
-El rey está más loco que nunca, su reino se está destruyendo, pero un arreglador siempre encuentra la manera. Negocié con el capitán y ahora tengo la seguridad de un festejo cada noche. Puedo batir mi espada como el mejor de ellos.
Por supuesto que el Rey de la Tristeza estaba furioso. Le prohibió al capitán pegarle a El Arreglador cada noche, y una vez más este tuvo que cambiar sus hábitos. Ese día, mientras estaban marchando, El Arreglador pasó por una tienda de empeño y tuvo una idea. Después de las maniobras, fue a la tienda a cambiar su espada. ¡Recibió suficiente dinero para festejar por años!
Sin embargo, los soldados deben tener una espada. El Arreglador encontró un pedazo de madera delgada y la cubrió con papel de plata. La colocó en su lugar y regresó a la diaria rutina de marchar con los dolados. El siguiente día, el rey, vistiendo las ropas de un soldado común, se acercó a El Arreglador. Riendo, El Arreglador le dijo cómo había ganado una vez más la partida al rey: empeñando su espada.
El rey estaba encantado de escuchar esto, ya que la ley del país establecía que cualquier soldado sin espada sería condenado a muerte el rey diseñó un plan. Fue con el capitán para saber quién sería ejecutado ese día, y le dio instrucciones al capitán para que hiciera que El Arreglador fuera quien ejecutara al criminal. El rey estaría presente, y todos verían la caída de El Arreglador.
Una gran multitud se había reunido en el lugar de la ejecución, con el Rey de la Tristeza sentado en lo alto de su trono. El capitán se acercó a El Arreglador y le dio instrucciones de matar al condenado con su espada. Sin embargo, El Arreglador no estaba preocupado. Se volvió para mirar al rey y a las personas y declaró:
-Soy un curador de corazones rotos. Nunca en mi vida he matado a nadie y no mataré el día de hoy.
El Rey de la Tristeza estaba delirante de felicidad y dijo en voz alta:
-Si no matas inmediatamente a este hombre, tú serás ejecutado ahora mismo.
Tranquilamente, El Arreglador respondió para que todos oyeran:
-Amigos míos, todos ustedes me conocen. Soy El Gran Arreglador. Ustedes me dejaron entrar a sus derruidos hogares, sus corazones rotos, sus quebrantaras vidas. Saben que yo construyo, no destruyo. Doy esperanza, no creo desesperación. Y por lo tanto, si mi mensaje es real, este hombre vivirá, y regresará a casa. Si es falso, este hombre morirá.
El Arreglador removió su espada de su lugar y la enterró en el estómago del hombre. Por supuesto que se deshizo, y el hombre quedó libre.
¿Y El Arreglador? Regresó a cantar una nueva canción en sus silla rota, en su derruido porche, festejando.
¿Acaso no es la tarea de la vida de cada uno?
Mucho del trabajo importante en la vida se centra en arreglar continuamente lo que se rompe y se descompone una y otra vez. Nos ocupamos en arreglar algo para cantar una canción en ese derruido porche, a pesar de lo que haya ocurrido en nuestra vida.
Dentro de cada uno de nosotros hay un Gran Arreglador y esa parte nuestra que tiene la capacidad de retener la esperanza. A cualquier lado que miremos descubriremos que le mundo se convierte en un lugar más pequeño porque cada acto tiene el potencial de recordarnos la pérdida de nuestro ser amado. El Gran Arreglador viene para enseñarnos que somos capaces de sobreponernos, a pesar de estar sentados en una silla rota, sobre un porche derruido, frente a un plato de sobras. Nos enseñó que hacer una fiesta finalmente es como encontrar nuevas maneras de volvernos a unir a cosas llenas de significado, mientras permanecemos en presencia de nuestra pérdida.
Sin embargo, mientras pasa el tiempo y se multiplican nuestras preguntas acerca de nuestro lugar en el mundo, el Gran Arreglador dentro de nosotros susurra: “Mira fuera de ti mismo”. Quitar la arena de nuestros ojos de manera terrible es, sin embargo, un acto necesario. Estar comprometidos a arreglar es también estar comprometidos con los otros.
Con frecuencia, después de una pérdida, vagamos por el desierto de nuestras vidas. El dolor, la falta de esperanza, el aburrimiento, algunas veces parece demasiado grande, demasiado abrumador. Esos son los momentos en los que necesitamos más que nunca recordar a El Gran Arreglador. Arreglar nunca se completa. Es un proceso, no un evento. Y me hace recordar que, ahora, esta es mi vida.
Tal vez no es la vida que he escogido, ciertamente no es la vida que deseo en mis sueños. Pero es mi vida ahora, mi única vida. Y mi opción es arreglarme a mí mismo de cualquier manera posible para vencer a El Rey de la Tristeza que pretende dominar mi vida.
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16 comentarios
Me encanto este cuento. He perdido un hijo de 20 años y siempre vivo como el Arreglador, buscando, descubriendo, y no ceso de caminar y caminar buscando apagar ese dolor que aunque esta allí y siempre aparece, lo miro, lo observo y sigo, sigo adelante, sin dejarme vencer ni engañar por la señorita tristeza.
Gracias por tan ilustrativo cuento que al fin alegra el corazón y reconforta el Alma.
Gracias, Gracias
Gracias a tí Mabel por tu lindo comentario!!!
Desde que perdì a mi hijo de 16 años (J.W.J.E.) mi vida no es el mismo, no existe dia que deje de estar triste, sumido en la desesperaciòn y la congoja. Al leer esta historia me siento reconfortado y con deseos de seguir adelante. Gracias. Gracias.
En este momento que estoy pasando por perdidas de mi familia, mi papa, mi hermano, un cuñado en dos meses murieron los tres, varios nos enfermamos de covid y duramos un mes sin vernos, aislados y con dolor, mi madre deprimida con una edad de 89 años, sin embargo es verdad este cuento me ha ayudado a emprender de nuevo el viaje de la vida y saber que disfrutar día a día la compañía de mi familia me da fortaleza y esperanza y que tengo una familia que es el gran arreglador, que nos la hemos ingeniado para volver a vivir, gracias muy enriquecedor.
Gracias por tus palabras Concepción. ¡Muchas pérdidas en tan poco tiempo! Bien dices, hay que ingeniarse para volver a vivir…
El arreglador sabe que todo es transitorio, la alegrìa y la tristeza oscilan en el pèndulo de la vida. Mi hijo antes de suicidarse me dijo: «HAY COSAS PEORES QUE LA MUERTE Y MEJORES QUE LA VIDA», lo comprendí, porque no hay muerte sino vida, del lado allá del canto, del lado allá del tiempo, del lado allá…
¡Que reto tan grande!! Y qué resignificación! ¡Gracias por compartir José Domingo!
Muy hermoso cuento y de mucho aprendizaje. He tenido muchas pérdidas importantes, mis padres, una de ellas. La más grande, mi hija mayor, de 29 años se fue. Recientemente, hace 18 días, uno de mis hermanos.
Éste cuento me hace ver que así he vivido, buscando y encontrando la manera de volver a la vida en cada una de ésas pérdidas. La más tardada fue la de mi hija.
Dios me llevó a un Diplomado en Tanatología, que fue lo que me revivió. Desde entonces volví a se un poco El Arreglador, ya que de ahí salimos a Talleres de Acompañamiento en Duelo, que acompañar y ayudar me da más de lo que yo doy al ver como podemos los seres humanos, con la guía de Dios, quitar un poco el dolor de quienes sufren. Realmente este cuento me identifica con mi vida, levantarnos cada vez que el dolor nos llega. Saludos y gracias.
Me alegro de que este relato te haya aportado un poco de luz Silvia. Superar pérdidas tan importantes lleva un largo tiempo de congoja. La Tanatología y la Logoterapia nos ayudan, con el tiempo, a dar un sentido y seguir adelante. Te abrazo.
Bella imagen de la resiliencia del alma. Poderoso llamado a continuar: mientras haya vida, hay que vivir. Los que se nos adelantaron nos esperan del otro lado, alla nos encontraremos, pero desde este lado queda honrar la vida, seguir construyendonos y entregar al final el trabajo terminado.
Gracias, Tere, por acercarnos este hermoso relato que nos recuerda que dentro de nosotros existe «El Gran Arreglador», para ayudarnos a reponernos y empecinarnos en celebrar cada día…
Un gran reto, el sonreír y esperar con fe el mañana. Sin embargo, querer es poder definitivamente. Gracias por tan bella aportación.
Estos días pensaba en la actualidad, validez y fuerza de la logoterapia con el profundo sentido de vida que debe orientar nuestro presente y futuro a pesar de las pérdidas de familiares cercanos, de amigos, de compañeros de trabajo, de papas,esposos,hijos perdidos. Llevamos dentro esa fuerza para salir adelante aunque el túnel es oscuro y largo. Nuestro reto es ayudar al otro aún cuando estamos sin fuerzas. Esta el OTRO que nos sostiene y acompaña. La angustia y el dolor no pueden vencernos. Doy gracias a Dios el haberme puesto la Logoterapia en mi camino en el momento justo.
Buen día
Muy cierto, la vida misma es un proceso y hay que disfrutar cada paso, arreglar lo que no nos gusta y si no depende de nosotros encontrar la manera de sacarle lo mejor y sacar lo mejor de nosotros mismos.
de las conferencias sugeridas hay manera de escucharlas?
Así es Chelo! Disfrutar cada paso…
A qué conferencias de refieres?
¡Hola! buenas noches, el cuento me gustó mucho
El gran arreglador está dentro de nosotros
A veces la tristeza invade nuestra vida, sin embargo; el gran arreglador inicia su presencia e iniciamos el proceso con voluntad de vivir nuestra vida
Gracias