Por Edgardo Flores Herrera
UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN
¿Cuántas veces no nos hemos sentido sin ganas, sin ánimos de continuar, vacíos? ¿En cuántas ocasiones no nos hemos preguntado por nuestra existencia, por el sentido de nuestra vida, por si en verdad tiene un significado o si vale la pena vivirla? ¿Somos capaces de, a pesar de las dificultades que toda vida conlleva, trascender y utilizar la fuerza del espíritu?
Los seres humanos en muchas ocasiones nos enfrentamos ante “una existencia desnuda”, es decir, que de manera repentina o gradual nos damos cuenta de que lo que hemos venido haciendo a lo largo de mucho tiempo ha perdido su sentido, que nuestro caminar por este mundo pierde un objetivo y su fin, y es cuando los cuestionamientos llegan y nos inundan y nos hacen dudar del valor de nuestra vida.
Al rememorar la Segunda Guerra Mundial, es imposible evitar traer a la mente los campos de concentración donde millones de personas sufrieron abominables atrocidades, donde los seres humanos eran tratados como cualquier otra cosa, menos como seres humanos. Muchas familias fueron destruidas, se coartaban sueños, se ultrajaba a los grupos, se les obligaba a hacer trabajos inhumanos por largas horas y en condiciones que, para cualquiera de nosotros en nuestra actualidad, simplemente no soportaría. Es por ello, que al encontrarse en situaciones de este tipo, muchos “perdían todo”. Sin embargo, a pesar de estas condiciones, se dieron historias que marcaron diferencias y que nos han llegado como ejemplos de personas que lograron sobreponerse y no dejarse llevar por estas condiciones. ¿Qué tenían estos hombres y mujeres que todo lo habían perdido para sobreponerse y llegar a nosotros como ejemplos de vida?
Así como estas personas, nosotros a veces nos vemos enfrentamos a situaciones donde parece que lo hemos perdido todo, donde las injusticias, las presiones, las asperezas de nuestra existencia se hacen palpables y, en muchas ocasiones se cierne como una única salida la muerte.
Gordon Allport, psicólogo norteamericano, mencionó en una ocasión: “el hambre, la humillación y la sorda cólera ante la injusticia se hacen tolerables a través de las imágenes entrañables de las personas amadas, de la religión, de un tenaz sentido del humor e incluso de un vislumbrar la belleza de la naturaleza: un árbol, una puesta de sol”. Estas palabras hacen referencia a la “última” de las capacidades humanas: la capacidad de elegir la actitud personal ante el conjunto de circunstancias.
Nuestro mundo actual ha llenado de argumentos que nos hacen creer que la responsabilidad de nuestras actos está determinado por nuestra infancia, por pequeños o grandes traumas de nuestra vida, por las circunstancias que nos rodean, por el ambiente, por la sociedad, la familia, por los medios de comunicación… en fin, por cualquier aspecto extrínseco, pero se olvida que en realidad, nosotros, cada uno de nosotros, somos responsables de nuestros actos y que nunca perdemos la libertad de poder elegir cómo queremos reaccionar.
¡Abramos los ojos! Dejemos de caminar con la cabeza hacia las profundidades de un pasado que nos ha lastimado, dejemos de llevar cargas que nos orillan a justificarnos detrás de una historia traumática, permitámonos alzar la vista, mirar hacia la trascendencia de nuestro ser. Friedrich Nietzche dijo: “quien tiene un por qué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”; es decir, que más que métodos para la felicidad, lo que en verdad necesitamos es un motivo para ser felices, algo que nos permita darnos cuenta que nuestra existencia tiene una misión que sólo cada uno, de manera particular y única, podrá cumplir. ¡Darle sentido a nuestra vida!
Detente un momento y pregúntate cuál es tu propio campo de concentración en donde estás “preso”. ¿Es acaso un trabajo que no te satisface? ¿Es acaso una enfermedad que has venido arrastrando por largos años? ¿Son los problemas dentro de tu núcleo familiar? Más que pretextos o justificaciones, más que tratar de buscar la felicidad con desesperación, mejor encontrar un motivo que te ayudaría a ser feliz, quizás darle una nueva visión. Aquel trabajo que no te satisface, es un empleo que te permite estar con tu familia los fines de semana y te da tranquilidad económica; aquella enfermedad adquiere una visión, al poder trascender el sufrimiento tomando una actitud más que de reproche, de valentía; aquellos problemas dejan de ser problemas cuando han fortalecido tu núcleo familiar.
Y así como estos, muchísimos más. La idea es no perder de vista que, independientemente de cualquier situación, esta puede estar llena de sentido y trascendencia. No necesita ser un sentido por demás magno, sino desde la posibilidad de poder tomar con humor las circunstancias de la vida, nos permite, mirar la vida desde otra perspectiva.
El sentido no se inventa, éste existe, únicamente hay que encontrarlo en la vida personal de cada uno.
Edgardo Flores Herrera
Estudiante
Licenciatura en Psicología
Universidad Autónoma de Yucatán
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5 comentarios
Una disculpa por no contestar antes. En muchas ocasiones el pasado pesa, te lleva, te arrastra… pero al final de cuentas esto sucede debido a que nosotros hemos dejado que así suceda. Ten presente que el pasado influye… pero NO determina. Muchas personas han crecido con un «mismo» pasado, y a pesar de ello, son personas diferentes. Lo importante es ser conscientes de la fuerza de obstinación de nuestra espíritu; y si bien no mejoraremos de la noche a la mañana, poco a poco iremos obteniendo triunfos. Espero que con esto breve te haya respondido. Quedo a tus órdenes. =D
Muy interesante pero ¿Si no puedes?Si tu pasado es una mochila muy pesada?
Fell out of bed feeling down. This has brithgneed my day!
stM3s0 venblbckclck
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