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El poder de obstinación del espíritu humano.

El poder de la obstinación del espíritu

El ser humano es el ser que se trasciende a sí mismo en cualquier circunstancia. Esta actividad de “trascenderse a sí mismo” es su voluntad de sentido. Y la expresión “en cualquier circunstancia” manifiesta el poder de obstinación del espíritu. Obstinación es una palabra que procede del verbo latino obstinare, que significa destinarse a lo que se tiene frente a sí, o sea, empeñarse en realizar lo propuesto.
Sin embargo, hay personas enfermas o sanas que cuando se dan cuenta de su deber muchas veces dicen que no pueden cumplirlo, que no tienen fuerza necesaria para ello, en una palabra, que carecen de voluntad o que su voluntad es débil. Frankl pregunta “¿realmente existe la voluntad débil? Hablar de ella, ¿no es una simple disculpa?”. La esencia de la demostración frankliana es que “donde hay objetivo, allí también hay una voluntad” (15,138). En lugar de hablar de “falta de voluntad” ¿no habría que hablar de falta de sentido?, es decir, que falta algo o alguien ante quién destinarse. Pues quién encuentra un sentido y aspira en verdad a realizarlo, nunca se queja de falta de voluntad. ¿De dónde proviene esa forma de hablar de una “falta de voluntad”? Frankl nos ha explicado que proviene de una reduccionismo, de la creencia de que el hombre se encuentra bajo la tiranía de sus glándulas germinales, que sus hormonas le marcan su destino, que las ideas morales de una persona dependen única y exclusivamente de su construcción biológica. Afortunadamente esta creencia ya no está tan en boga.
Es más común ahora hablar de falta de voluntad por la creencia, también reduccionista, de que el hombre es un ser dominado por sus impulsos. Como decía Freud, que “el Yo no es el amo de su propia casa”, lo cual es verdad, cuando se es inconsciente.
También es muy común ahora lo que decía aquella joven citada por Frankl: “soy hija única, por lo tanto, un caso típico según Adler”. Quería decir que ella no se podía ayudar, ni nadie la podía ayudar, ya que de acuerdo con la psicología individual tenía una condición inalterable que la determinaba. En todos estos casos se supone que no existe la voluntad libre. Son creencias que llevan a un comportamiento neurótico, que la logoterapia tipifica como fatalismo: la creencia en la fuerza del destino natural. La otra cara de esta creencia consiste en un olvido. Hablar de “falta de voluntad” es olvidar que el hombre es el ser que decide sobre su destino y que antes de haberlo hecho no puede hablar de destino humano. Por eso Frankl insiste en que “si se cree que el futuro está determinado por el pasado, se hace uno incapaz de modificar el presente” (15,141). El ser humano en el verdadero sentido de la palabra comienza cuando la persona decide sobrepasar sus condiciones naturales, y eso sucede en virtud del poder de obstinación del espíritu.
A nadie se le ha ocurrido negar que el hombre posee impulsos. Aunque en la época de Freud había una tendencia a pensar “como si” el hombre no tuviera impulsos. Pero ahora, mucha gente se pregunta: ¿no es precisamente la ciencia, sobre todo las ciencias naturales y también la neuropsiquiatría, las que han enseñado continuamente que el hombre depende de cosas como la herencia, la educación, sus impulsos y el medio ambiente? Todas las investigaciones de Frankl que hemos expuesto en este trabajo demuestran que esa enseñanza pseudocientífica desconoce por completo lo específicamente humano.
Nuevamente tenemos que recordar aquí que naturalmente el hombre tiene un cuerpo, posee impulsos y está en relación social con los otros, pero no se reduce a eso; el ser humano es libre, se libera de sus deficiencias corporales, de sus impulsos y des sus relaciones existentes, cuando se libera para responsabilizarse ante algo o ante alguien distinto de él mismo. Esto es lo que lo distingue de los animales, pues el animal no tiene impulsos, sino que es sus impulsos. Es así como el hombre se hace humano a pesar de su herencia, de su medio ambiente y sus impulsos. Pero, igualmente, tenemos que afirmar que el hombre se hace humano gracias a su herencia, a su medio y a sus impulsos, pues sólo a partir de ellos es como se trasciende. Sus condiciones naturales pueden ser o su trampa o su trampolín: él decide. Serán su trampa, si se deja llevar por ellas en contra de su sentido. Serán su trampolín si se apoya en ellas y las utilizara para libremente traspasarlas a favor de algo o de alguien distinto de él mismo.
Por otra parte, también hay algunos pseudo-filósofos que admiten que el hombre se siente libre, pero dicen que en realidad no lo es, sino que esa sensación de libertad no corresponde a la realidad. Aquí tenemos que afirmar también que la experiencia desmiente a estos pseudo-filósofos, pues hemos visto que el ser humano no tiene siempre que decir sí a sus condiciones, que puede decir no cuando se hace responsable ante el sentido de su vida.
Es muy interesante el caso expuesto por Frankl , sobre el hecho de que la psiquiatría conoce estados psíquicos excepcionales, en los que el hombre no se siente libre. Basta con ingerir una cantidad insignificante de LSD para caer en un estado de intoxicación que sólo dura unas pocas horas, pero que va acompañado de trastornos sensitivos muy peculiares: se siente como si el propio cuerpo se hubiera transformado, los miembros parecen extraordinariamente grandes y los rostros se ven desfigurados. Y muchos comentan que en ese estado de intoxicación se sienten como autómatas, marionetas o títeres. Es decir que el hombre, para dejar su “ilusión” de sentirse libre y adecuar su sentimiento a la “realidad” de no ser libre, necesitaría intoxicarse. Es magnífica la pregunta con la que Frankl se ríe de los pseudofilósofos. ¿qué verdad es esa que sólo puede alcanzarse si uno se droga?.
La libertad no puede confundirse con el hecho de “andar suelto”, ni la falta de libertad con la posibilidad física de moverse. Tampoco puede confundirse la libertad con el natural capricho de “hacer lo que uno quiera”, lo cual es encerrarse en el egoísmo psíquico, ni con un límite o estorbo, como cuando comúnmente se dice que “la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro”. Es equivalente a imaginarse la libertad como si fuera una masa de la cual se dice que “termina donde empieza el suelo”. Porque la libertad no es una cosa, es una relación entre personas. Son las cosas empíricamente observadas las que “decimos” que aquí termina una donde empieza otra. Pero aun es “un decir”. Los físicos últimamente han demostrado que los cuerpos no terminan allí donde nosotros vemos que terminan, pues sus vibraciones energéticas continúan más allá y hasta penetran en las vibraciones energéticas de los otros cuerpos. De modo que decir que “algo termina” es sólo una forma empírica y convencional de hablar, no científica ni filosófica. El asunto de la libertad es precisamente al revés: es la presencia del otro la que hace libre al hombre en su relación con aquél. Decir que “uno termina donde empieza el otro”, es absurdo; más bien, uno comienza a existir en su relación con el otro.
La libertad, pues, no tiene límite, más bien es ella la que limita lo natural. Encontrar sentido en algo o en alguien distinto de uno mismo no es limitarse, sino al revés, deslimitarse psíquicamente, trascenderse, realizándose en su responsabilidad con el otro. Y este es un acto libre, ya que uno puede no hacerlo.
Lo natural no es libre. Es el hombre quien libremente supera sus condiciones meramente naturales en su relación con los demás. Pero cuando el hombre se encierra en sí mismo, dejándose llevar por su impulso natural sin importarle los demás, deja de ser libre, deja de ser humano y se hace inhumano para el otro.
La libertad es pues lo absoluto. Es el infinito poder de obstinación del espíritu. La autodeterminación, o sea, la fuerza que uno mismo se produce para realizarse en relación con lo que tiene sentido; para lo cual, hasta puede liberarse de sus condiciones y muchas veces ha cambiado sus condiciones. Es así como ha progresado la humanidad.

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  • Gerónimo Acevedo es uno de los máximos representantes de la Escuela Argentina de Logoterapia. Vale la pena leerlo¡¡ 1994 - Ed. FAI, Buenos Aires

  • Viktor Frankl El sentido último también llamado supra-sentido ante el que el ser humano se decide respondiendo así a su necesidad natural de religarse con un ser superior. Ed. Paidós, España - 1999

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Un comentario

  1. Este es un tema muy interesante que aborda la logoterapia, ya que en la actualidad va en contra de muchas creencias que se han instalado en el imaginario para subsanar lo que la educación de mediados del siglo pasado ha había hecho, el autoritarismo se fue sustituyendo por el permisivismo, situación que relajo demasiado el poder desafiante del espíritu, al grado que muchos jóvenes prefieren quedarse en una zona de confort y no esforzarse o vencerse a sí mismos, y no activar tan potente recurso, que en mi corta experiencia con personas enfermas y sus familiares es éste muy valioso para que salgan adelante ya sea de su enfermedad o del duelo por haber perdido a un ser querido.
    Me parece muy interesante la aportación que haces del podre de obstinación, ya que yo prefería poder desafiante ya que no encontraba en la primera definición una connotación positiva, gracias

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