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El lenguaje del cuerpo y el sentido de la enfermedad

El lenguaje del cuerpo y el sentido de la enfermedad

El lenguaje del cuerpo y el sentido de la enfermedad

María Elena Sánchez Azuara
Adriano de Luca
Rafael Pérez Silva

Capítulo recomendado del libro REPENSAR LO CORPORAL

 

En una concepción integradora holística del ser humano, es importante hablar del cuerpo refiriéndonos no solamente al cuerpo anatómico, sino a la totalidad de los procesos psicocorporales, un cuerpo real y fantaseado, neurofisiológico, un lugar de emociones y sensaciones y cuerpo del deseo.

Consideramos que el organismo humano está compuesto por una totalidad de funciones, todas relacionadas entre ellas, el error de Descartes fue precisamente el de separar la mente del cuerpo; y esto ha marcado durante siglos a la medicina y a la psicología. Las aportaciones de neurocientíficos como Damasio (1994) han contribuido a romper con esa dicotomía. Según Damasio, “en términos anatómicos y funcionales, es posible que exista un hilo conductor que conecte razón con sentimientos y cuerpo. Las interacciones con el entorno se establecen con el cuerpo que implica todo el organismo como un conjunto.

 El lenguaje del cuerpo y la enfermedad.

El cuerpo es el conjunto de funciones y contradicciones que organizan la vida y sustentan la experiencia. Merleau Ponty decía que “sin cuerpo no existe posibilidad alguna de experiencia” y que, por tanto, “el cuerpo es necesariamente el verdadero sujeto de la experiencia.” El cuerpo tiene su propio lenguaje, habla a través de actitudes corporales, gestos, movimientos, posturas, tono muscular, etc.

Si la emociones que se tratan de expresar han sido bloqueadas o reprimidas, si las experiencias básicas del ser humano no se vivieron plenamente, se rompe la integración y la armonía funcional. Un hiper-control de las emociones, consideradas socialmente negativas, va a provocar su escisión, lo cual implica alteración en la conexión entre los dos sistemas del cerebro: el cortical o racional y el límbico o emocional. Las alteraciones rompen el equilibrio y se manifiestan a través de los síntomas psicológicos o psicobiológicos.

Las expresiones emocionales retenidas en forma crónica dejan huella, huellas mnémicas que estructuran la memoria corporal, una memoria corporal que conserva en su interior, rastros del pasado aún activos. Así, los contenidos simbólicos vinculados con vivencias primarias se encapsulan en diferentes zonas y órganos y pueden provocar alteraciones en la totalidad del equilibrio psicocorporal.

Las enfermedades pueden ser consideradas como expresión biológica: es decir, de lo que la psique no puede expresar y que al no encontrar otra forma de expresión, se expresa a través de la enfermedad. El cuerpo manda mensajes para la búsqueda de integridad y de coherencia. Comprender por qué y para qué enfermamos es una forma de sanar, porque la enfermedad es el otro polo de la salud; son como dos tensiones que buscan su unidad. No hay salud sin enfermedad ni hay enfermedad sin vitalidad (Menegazzo C:M: 2003. Podemos afirmar pues, que las enfermedades tienen un significado que escapa al control racional.

Precisamente por no haberse podido controlar racionalmente, las enfermedades se vinculan con culpas y por tanto son percibidas como misteriosas y amenazantes y son generadoras de miedos que se depositan en fuerzas o poderes externos que escapan al control del individuo. Como afirma Menegazzo (2003) nuestro cuerpo físico es capaz de sugerirnos aquello que nuestra consciente demasiadas veces no quiere o no puede reconocer.

Las creencias subjetivas producidas por la historia cultural y las experiencias de vida, determinan la forma de interpretar las situaciones de la realidad y son las que marcan el camino de la enfermedad. (Sánchez y al. 2007) Lo que “no puede ser dicho” se manifiesta en el cuerpo como una forma de funcionamiento mental arcaico.

En la experiencias al interior de las relaciones afectivas, se construye la historia de vida y se transmiten las creencias y mitos colectivos pertenecientes a una determinada cultura y en la misma forma, se internalizan los miedos transgeneracionales. Los mitos y las representaciones sociales, son formas de pensar e interpretar la realidad que posee un carácter simbólico y tienen, como dice S. Moscovici (1979) la finalidad de dotar de sentido a la realidad social y de transformar lo desconocido en algo particularmente familiar. El mito como alegoría de la vida, define el pasaje desde lo desconocido e incontrolable a lo conocido y familiar.

Las creencias y los mitos forman parte del sistema de representaciones colectivas en gran parte inconscientes que se transmiten en las relaciones con otros desde los primeros años y aún antes de nacer. Las tradiciones que se mantienen vivas en la memoria colectiva, se van legando así durante generaciones. Con los mitos se trata de atribuir un significado a las manifestaciones de malestares y conflictos que se expresan a través del cuerpo, atribuyendo a poderes externos la causa de la enfermedad. Esto da lugar a los “dichos populares“ o explicaciones de sentido común, como por ejemplo un mito muy difundido en diferentes culturas como causa de desgracias y enfermedades: el “ mal de ojo”.

Como dice Denise Jodelet (2003) la carga existencial de todo lo que se refiere al campo de la salud, sus relaciones con el estado de los conocimientos médicos y de los saberes tradicionales, favorecen la difusión de significados y valores socialmente compartidos que determinan las creencias y determinaciones subjetivas.

La enfermedad trata de somatizar lo que no encuentra otra forma de expresión, en algunos casos podría ser considerada como una forma de catarsis. Es expresión de los sistemas más primitivos y autónomos de nuestro organismo para la conservación de la especie.

Las enfermedades no son solamente la manifestación de una alteración de lo orgánico sino que tienen componentes psicológicos y sociales. Una úlcera duodenal por ejemplo, no es solamente una erosión de la mucosa digestiva en el tramo inicial del intestino, es además la manifestación de un conflicto con el entorno. La persona no logra digerir y eliminar el conflicto frente a una situación que la contraría o la enoja; el cerebro interpreta esta situación simbólica como real y desencadena todos tus mecanismos de defensa, que son mecanismos primarios de sobrevivencia, creando úlceras (disminución del tejido) en las paredes duodenales para aumentas el espacio y facilitar así el proceso de digestión.

Cada órgano tiene relación con determinadas emociones o conflictos y con ciertas áreas del cerebro, de ahí que cada enfermedad tenga su propio significado. Los tumores, tienen que ver con situaciones traumáticas vividas en épocas tempranas y que se evocan frente a otras situaciones semejantes o frente a pérdidas afectivas reales o simbólicas (Sánchez y al. 2007).

El misterio que envuelve a la enfermedad ha dado lugar a diferentes mitos, algunos casi universales, mitos que determinan las concepciones de salud y enfermedad y las prácticas curativas en las diferentes culturas.

Aportaciones de las neurociencias para una lectura psicocorporal integral.

Al hablar de una nueva explicación científica de una sintonía o entonamiento con la mente de las personas a quienes se acompaña en sus procesos, nos estamos refiriendo a las neuronas espejo, las cuales permiten entrar em sintonía, en empatía con los otros, a través de los sentimientos, vibrando en el mismo tono.

La habilidad de compartir las emociones de otros está íntimamente ligada al funcionamiento de las neuronas espejo, según los investigadores que estudian las bases neurológicas de la empatía. (Rizzolatti  2006). Los terapeutas pueden usar sus propios sistemas espejo para entender los problemas de un paciente y generar empatía. Los curanderos o chamanes se comunican con las emociones a nivel de cerebro primario.

El reconocido neurocientífico Antonio Damasio (1994) considera que se debería poder percibir si la persona con la que hablamos se siente bien o mal, está sufriendo o está bien. Explica el “proceso de sentir”, refiriéndose a emociones y también a sentimientos profundos, como un proceso corporal. Afirma que “somos”, que la vida reside en nuestro organismo, que tenemos emociones y sentimientos: y que todo esto tiene una gran influencia en la imaginación. En el procesos del pensamiento y en el proceso del racionamiento. Por lo tanto, las conquistas de nuestro organismo, la razón y la creatividad no están separadas, no son algo que se encuentre en otro nivel, son la continuación hacia algo muy complejo pero que en realidad surgen de la representación del cuerpo, de la representación del organismo y de su vida.

Damasio A. (1994) demuestra así, que nuestras decisiones lógicas tienen mucho de decisiones corporales, de intuición. Lo importante es descubrir el significado en las representaciones corporales y la manera en que se convierten en parte del yo que las posee.

Para poder entender el sentido de las enfermedades es necesario pues, partir de una visión holística que integre emociones, cerebro y cuerpo. Es en la interacción con el entorno como se producen las alteraciones en las diferentes funciones psicocorporales y por tanto las enfermedades.

Estrés, emociones y enfermedades

El estrés post-traumático ha sido incluido en la clasificación internacional DS M-IV3 como un trastorno provocado porque el individuo ha estado expuesto a un acontecimiento traumático y muestra síntomas persistentes de aumento del estado de alerta. En la etiología del trastorno por estrés post-traumático no sólo se valoran actualmente las grandes catástrofes, sino todos los eventos inesperados que constituyen experiencias traumáticas.

El estrés post-traumático puede ser, por lo tanto, el detonador de enfermedades como el cáncer. El Dr. alemán Ryke G. Hamer, afirma que todo cáncer se inicia con un trauma grave desde el punto de vista subjetivo de quien lo sufre, que toma por sorpresa y que se vive en soledad emocional.

La intensidad del trauma y el tipo de emoción que se experimenta, determina un área del cerebro que se altera, a la cual corresponde un órgano físico lo cual determina, a su vez, la gravedad de la enfermedad (Mabretti 1999) considera que todas las enfermedades son causadas por un trauma emocional al que no se le encuentra solución y que se manifiesta casi simultáneamente en tres niveles: psíquico, cerebral y orgánico. Lo importante no es lo que sucede, sino cómo lo interpreta psicológicamente la persona. La intensidad del trauma y el tipo de emoción que se experimenta, determina un área del cerebro que se altera, a la cuál corresponde un órgano, esto va a determinar el lugar y  la gravedad de la enfermedad.

Hamer empezó a estudiar la historia de sus pacientes en la clínica de cáncer ginecológico de la Universidad de Munich y descubrió que todos habían sufrido un cierto tipo de trauma emocional en los meses anteriores a la aparición del tumor. El trauma es el detonador del tumor, pues altera la dinámica simpaticotonía, vagotonía (alternancia entre alerta y reposo a nivel del Sistema Nervioso Autónomo) y esto contribuye a explicar la dinámica de la enfermedad.

Hamer afirma, (2005) con base en muchos años de investigaciones, que con la finalidad de preservar a la especie, el hombre ha desarrollado con el transcurrir de los siglos unos programas biológicos de sobrevivencia, que intervienen en forma automática y están grabados en el cerebro, en sus células. Introduce un concepto que denomina “La triada invisible”: psique-cerebro-cuerpo. Estas tres unidades trabajan siempre en conjunto. Creemos que las afirmaciones de Hamer se pueden comprender mejor si tomamos en cuenta que la parte más primitiva y menos racional del cerebro, o sea el cerebro primario, no es capaz de distinguir entre lo real y lo simbólico, entre lo real y lo imaginario. (Le doux 1996).

Cuando el impacto del trauma es demasiado intenso, provoca una aceleración simpática, el cerebro manda información de peligro y se activa el sistema simpático para enfrentar la situación inesperada. La fase de relajación, de vagotonía (parasimpática), es la fase de recuperación y reparación, la cual, según las investigaciones de Hamer por ser una fase en la cual se manifiesta cansancio y sueño es frecuentemente considerada como enfermedad; pero es la fase en la que el cuerpo se empieza a reparar hasta llegar a una  homeostasis.(Watt Harry 1988).

Otra cuestión importante que señala Hamer, es el miedo a la enfermedad, debido a los diagnósticos médicos alarmantes, los cuales no hacen sino amplificar los mecanismos del miedo. El pánico irracional desencadenado por los pronósticos de los peligros supuestamente inevitables, sólo son inevitables y mortales en la medida de que el paciente se lo crea y tenga miedo.

Cada individuo, por su peculiar carga genética y por su historia, se enferma o no y afronta las enfermedades de forma diferente, determinando esto además, por la interacción permanente que se produce en el organismo humano entre los diferentes niveles: biológico, psicológico y social.

La enfermedad para Hamer (2005). No es un error de la naturaleza o algo malo; en la naturaleza no hay malo ni bueno, sólo existen programas adaptativos en pro de la evolución de la especie. A lo largo de la evolución de la especie todos los seres vivos han tenido que ir dando respuestas adaptativas al medio y a la hostilidad que han encontrado en su entorno. Esta adaptación ha llevado a la evolución de las especies formando órganos específicos como respuestas adaptativas a conflictos biológicos naturales, así como programas biológicos inteligentes y de supervivencia que están grabados en el cerebro y en las células.

Lo que Hamer propone es una nueva interpretación de las funciones del cerebro, pero sobre todo de la relación psique-cerebro-cuerpo, resaltando la importancia de considerar el origen psíquico de las enfermedades.

Los desarrollos de las neurociencias han demostrado que los factores ambientales y el aprendizaje pueden alterar las conexiones sinápticas, en esta forma podemos afirmar que es al interior de las relaciones sociales en donde se estructuran todos los sistemas del organismo humano, en donde la filogénesis y la ontogénesis se encuentran.

De ahí la importancia de considerar las condiciones y factores psicosociales determinados por el orden social imperante, en tanto posibilitantes u obstaculizadores de la existencia de un sujeto integrado, consciente de sus contradicciones, de las relaciones en las que está inmerso y de las que es actor. Un sujeto, podríamos decir resiliente, con capacidad crítica, de aprendizaje y creatividad.

El psicodrama, el cuerpo y la enfermedad.-

Según Hamer (2005), frente a cualquier enfermedad, es importante identificar la situación específica que actuó como detonador, Es sólo a partir de esta situación que se podrá comprender por qué el problema fue tan dramático que constituyó un conflicto que se expresa como conflicto biológico. Según las aportaciones de la mecánica cuántica, el estado corporal, como otros estados, no puede ser considerado solamente como un conjunto de observables, pues para lograr una verdadera transformación es necesario conocer lo implícito que determina y organiza lo manifiesto (Bohm D. 2002) Consideramos pues que la modalidad de intervenciones frente a las manifestaciones de la enfermedad, debe involucrar al cuerpo y a todas sus funciones, es decir, se requiere de un modelo cuyo dispositivo incluya al cuerpo y a todas las funciones psicocorporales.

Hemos encontrado que la psicoterapia con el psicodrama responde a estos requerimientos ya que involucra a todas las funciones del organismo. El psicodrama favorece la liberación de la vitalidad, significa también recuperar la capacidad del sujeto para enfrentar adecuadamente las situaciones inesperadas, es decir, los recursos de afrontamiento a las situaciones de crisis, La escena representada en el psicodrama ofrece la posibilidad de explorar para revivir las situaciones detonadoras del trauma y así entender el significado del síntoma. La dramatización intenta recuperar la capacidad de elaboración del juego del niño a través de la capacidad simbólica de la representación.

La sorpresa descubre lo inédito y favorece la creación de formas también inéditas y de sinapsis en el cerebro. Al revivir las escenas traumáticas se externalizan las emociones que las acompañan. La inversión del rol con la enfermedad, mirándola a través de los imaginarios permite resignificarlos. Así, los imaginarios relacionados con peligro y amenaza empiezan a adquirir otro significado  y por tanto a transformase. El involucrar el cuerpo y todas las funciones psicocorporales, incide no solamente a nivel psicológico, sino a nivel fisiológico, ya que al experimentar sensaciones nuevas de bienestar, se actúa sobre las estructuras cerebrales recuperando la capacidad de percibir sensaciones placenteras, se activan las células espejo y en esta forma, se logra mayor bienestar y por lo tanto, disminuye también la condición de estrés crónico.

Por otra parte, hemos descubierto también, que la intervención psicodrama en conjunción con EMDR (Eye movement desenzitization and reprocessing) enfermedades definidas como psicosomáticas, así como enfermedades crónicas, abre una nueva alternativa para su curación. El EMDR es una terapia psicológica que se basa en una estimulación ocular bilateral y se desarrolla con una serie de fases y protocolo, que permiten al paciente identificar y desensibilizar el incidente traumático detonador del conflicto. Uno de los principios de esta metodología es el de que: “los seres vivientes tienen la capacidad tanto de enfermarse como de curarse” (Alcalá N. 2007). La Dra. Shapiro creadora del EMDR, dice: “un procesamiento completo logra resoluciones positivas creando cambios en lo cognitivo y en las sensaciones corporales. El proceso lleva a que la Dra. Shapiro definió como “Resolución Adaptativa” logrando un cambio en las creencias negativas generadas o activadas por la situación traumática: …”no soy capaz, me lo merezco, es mi castigo, nada me sale bien, me abandonan, etc.” (Shapiro en Alcalá N. 2007).

El EMDR ayuda a desensibilizar el recuerdo traumático, Ya que durante la estimulación bilateral aparecen otras situaciones que se asocian a la situación traumática, se abren así los canales de memoria y a nivel fisiológico se favorece la conexión entre cerebro primario y lóbulo frontal, lo cual significa el paso también de las emociones difusas, a la simbolización y a la verbalización. Durante los movimientos oculares se suceden una serie de asociaciones libres y como en los sueños, la persona atraviesa una red de recuerdos vinculados con la situación traumática. Posteriormente, con el psicodrama se revive la escena, se le recrea y se resignifica. Alberto, a quien se le diagnostica cáncer, identifica en el escenario una situación detonadora de la enfermedad. Esa situación da vida a múltiples escenas latentes pobladas de personajes y mitos de su historia. El EMDR lo lleva a vincular la situación traumática con traumas del pasado. Actúa como un detective y encuentra la información archivada disfuncionalmente; y permite que el procesamiento de la información la almacene de manera correcta para restablecer la conexión con asociaciones adaptativas apropiadas (Alcalá N. 2017); esto aunado a la psicoterapia con el psicodrama permite recuperar la vitalidad. En el escenario de teatro de psicodrama, el cuerpo habla y se expresa la parte más primitiva e irracional del cerebro. Es así como la enfermedad puede ser comprendida y perder sus características amenazantes.

Fue así como Alberto inicia un proceso de formas nuevas, de afrontamiento de las situaciones vividas como amenazantes y de expresión de emociones, por lo que la enfermedad tuvo así la posibilidad de transformarse perdiendo su significado y su utilidad, esto aunado a las terapias médicas, coadyuvó a aumentar las posibilidades de curación, logrando por tanto la desaparición del tumor y nuevo camino en la vida.

Así el EMDR y el psicodrama actúan en forma integral involucrando todas las funciones del organismo humano.

Te recomendamos la lectura de este libro. Aquí la bibliografía:

Repensar lo corporal
Psicosomática, Discapacidad, Danza circular, Psicodrama.
Varios autores.

RV Ediciones

* Logoforo no vende libros. Solo los recomienda.

 

 

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