Por Edgardo Flores
Basado en el libro Paz vital, plenitud y placer de vivir de Elisabeth Lukas.
Viktor Frankl descubrió que existen formas de pasividad y actividad “negativas” y “justas”. Es decir, que existen momentos en que es “justo y necesario” estar en pasividad, ya sea descansando o simplemente no realizando alguna acción que refleje ir en contra de alguna situación. Mientras que la actividad “justa”, es cuando la misma vida nos está reclamando pasar a la acción y poder responder a esa misión que nos ha tocado. Por el contrario la pasividad “negativa” es cuando dejamos pasar la oportunidad de realizarnos y trascender, posponiendo o evitando realizar acciones que nos ayuden a encontrar nuestro sentido de vida. La actividad “negativa” se da en las ocasiones que realizamos actos que nos llevan a la frustración y nos impide darnos cuenta de hacia dónde debemos dirigir nuestros pasos.
Para comprender con sentido de humor, lo que Viktor Frankl explica, se crearon unas bienaventuranzas, que al mismo tiempo siendo humorísticas, van siendo reflexivas sobre nuestra propia capacidad de realizarnos plenamente.
• Bienaventurados los que se ríen de sí mismos, porque siempre tendrán suficiente conversación. Aquellas personas que son capaces de disfrutar de la vida, de reírse de las situaciones, incluyendo a aquellas que son difíciles, podrán mantener una sonrisa en el rostro y serán capaces de vivir plenamente y de aprovechar todas las ocasiones que la vida les presenta para ser felices.
• Bienaventurados los que distinguen una montaña de un montículo hecho por un topo, porque se ahorrarán un montón de disgustos. El hombre busca incansablemente la felicidad, sin embargo, en ocasiones se presentan “oportunidades” donde la felicidad parece encontrarse a la vuelta de la esquina o que se presentará mágicamente; pero después de un tiempo esa felicidad se esfuma y nos queda el vacío. Eso sucede porque tales situaciones que nos ofrecen la felicidad inmediata no suelen estar enfocadas hacia el sentido ni la trascendencia.
• Bienaventurados los que son capaces de descansar y dormir sin disculparse por ello, porque se volverán prudentes. Cuando hacemos lo que hacemos, en el momento que así corresponde, nuestro espíritu se llena de satisfacción. El cansancio se convierte en un “premio” y el descansar también nos llena de sentido. Sin embargo, si olvidamos realizar nuestros deberes, el descansar y el dormir nos traerá sentimiento de culpa por aquello que dejamos de hacer.
• Bienaventurados los que callan y escuchan, porque aprenderán cosas nuevas. El silencio es uno de los mejores maestros de la vida. Cuando nos damos un momento para escuchar a nuestros seres queridos, o a nuevas personas, tenemos la oportunidad de conocer aún más de las personas y de la vida misma, nos da nuevos panoramas y también nos ayuda a profundizar en nosotros mismos.
• Bienaventurados los que prestan atención a la llamada de los demás sin creerse insustituibles, porque sembrarán la alegría. Esta oración hace un llamado al servicio. Al evitar pensar que hacemos un favor, sino un servicio; al pensar que más que tiempo “perdido”, es una oportunidad de poder realizarnos, es cuando nuestros actos se llenan de trascendencia. No somos insustituibles, únicamente nos encontramos por un periodo corto de tiempo en este mundo, pero esto no es motivo para no entregarnos por completo a cada acción que realizamos; por el contrario, hay que “dejar” nuestra huella.
• Bienaventurados seáis si sabéis observar las cosas pequeñas con seriedad y las cosas serias con tranquilidad, porque llegaréis lejos en la vida. En aquellas cosas pequeñas se “esconden” las cosas más trascendentales. Por eso hay que evitar menospreciar aquellas acciones que realizamos que parecen “pequeñas”; por el contrario, son aquellas donde se forja el espíritu para que más tarde podamos responder a las de mayor envergadura. Y cuando llegue el momento, podamos estar seremos, porque “si fuimos fieles en lo pequeño, también lo seremos en lo grande”.
• Bienaventurados seáis si sois capaces de interpretar siempre el comportamiento de los demás con benevolencia, incluso cuando las apariencias indiquen lo contrario, porque, aunque nos tomen por ingenuos, ése es el precio del amor. Es la manera más “saludable” de prevenir malestares. Constantemente observamos a las personas y “analizamos” sus comportamientos, y en diversas ocasiones, parece que las acciones están predestinadas a hacernos daño. Y nos predisponemos y estamos constantemente al acecho. Sin embargo, no hay nada mejor que la tranquilidad, de la capacidad de poder compartir con tus semejantes sin tratar de encontrar motivos ocultos en sus acciones, porque te permite entregarte completamente y disfrutas de esos momentos que te llenarán el espíritu de júbilo.
¡No desaprovechen las oportunidades para poder realizarse!
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Un comentario
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