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El abrazo fecundo entre la Logoterapia y la Tanatología

Por Ana Forzán

Este espacio pretende mirar desde distintos ángulos el abrazo natural y fecundo existente entre la logoterapia y la tantatología.

Aunque es obvio decirlo, es común a las dos disciplinas la razón de ser, su origen y fin: la persona. Esta persona que cumple un ciclo natural de la vida: nace y muere. Se da de forma natural la convivencia de estas dos disciplinas en el espacio existencial de la persona pues forma parte de su esencia: el sentido y la muerte. Como la vida no tiene sentido sin la muerte y la muerte no tiene sentido sin la vida; así, la tanatología en este abrazo con la logoterapia se enriquece para lograr una buena muerte, una muerte con sentido. Y la logoterapia encuentra motivos de sentido en la tanatología tomando en cuenta la muerte y el bien morir.

El abrazo es fecundo pues para que la persona logre esa buena muerte que es finalidad de la tanatología, necesita una buena vida, que estoy convencida que sólo se llega a través de una vida plena de sentido, razón de ser de la logoterapia. La voz popular lo afirma de la siguiente manera: “te mueres de la misma forma como viviste”.

Como este espacio está dedicado a la logoterapia me parece inapropiado ahondar en la definición, objeto formal o finalidad de la misma. No así con la tanatología. Para quienes no tengan conocimiento de esta disciplina considero importante explicar brevemente para comenzar con una idea clara aunque superficial sobre la misma.

La muerte ha sido estudiada desde toda la historia del hombre. Las culturas antiguas –los egipcios, los tibetanos- dedicaban mucho empeño al estudio de la muerte. Las distintas religiones han dedicado tiempo a tratar de entenderla también. No fue hasta los años sesenta, con el problema que plantearon los trasplantes de órganos, que la medicina y las leyes se preocuparon por definir cuándo estaba ética, clínica y legalmente muerta una persona para poder realizar la extracción de algún órgano sujeto a trasplantarse. Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra nacida en Suiza que vivió en Estados Unidos, fue quien comenzó a trabajar con moribundos y a comprender más del tema de la muerte.

Según el Random House College Dictionary, tanatología, es el estudio interdisciplinario del moribundo y de la muerte, especialmente de las medidas para disminuir el sufrimiento físico y psicológico de los enfermos terminales, así como la aprehensión y los sentimientos de culpa y de pérdida en los familiares.

El objeto formal de la tanatología es el proceso de morir y la muerte misma, el duelo. Es decir, trata de que el enfermo terminal viva como un proceso natural la culminación de la vida y lo más importante, que descubra su trascendencia (Teresita Tinajero, 1999).

La finalidad de esta disciplina es que la persona logre una buena muerte o una muerte apropiada (idem). Entre otras cosas, tratar de dar sentido al sufrimiento, sanar las relaciones con las personas significativas de su vida, resolver los asuntos pendientes, apoyo en la comprensión de las limitaciones físicas; todo esto en el entorno personal de cada enfermo.

Es su finalidad también, la vivencia de la pérdida, el duelo, de las personas más cercanas a la persona que muere: familiares, amigos, compañeros de escuela, etc.

Los objetivos principalmente son el duelo del enfermo terminal, la familia, el suicidio y apoyo al equipo médico.

Las etapas del duelo descritas por Elisabeth Kübler-Ross que responden tanto al moribundo como al que sufre una pérdida, son: negación, ira o rabia, negociación o regateo, depresión y aceptación. Entendidas las etapas como un proceso no lineal. La experiencia del duelo es único así como cada persona es única. Con esto se concluye esta breve descripción de la tanatología para dar paso al tema competencia de este artículo.

Llenamos de sentido nuestra existencia realizando valores: “creando algo,a saber,configurando el mundo; viviendo algo,asumiendo el mundo; y padeciendo, es decir, el sufrimiento del ser por lo que le plantea el destino” (Frankl, 2000).

El siguiente cuadro expresa cada uno de estos valores:

VALORES HOMBRE

Homosapiens

LLENA DE CONTENIDO EL SENTIDO CON: NECESIDAD A REALIZAR EJES DE LA EXPERIENCIA RESULTADO ESPERADO POSIBILIDAD
Creativo Homo faber Creaciones

Labores

Talento Triunfo/éxito vs. fracaso Actuación correcta Limitada
Vivencial Homo amans Experiencia, encuentro, amor Órganos de los sentidos Miedo vs. amor

Pasado vs. Presente

Relación Limitada
Actitudinal Homo patines Presta servicio, rendimiento a su padecimiento Capacidad creativa + cap.vivencial

+ cap. de sufrimiento*

Cumplimiento

vs.

desesperación

Aceptación del destino con la actitud que permita el crecimiento Ilimitada

*La capacidad de sufrimiento es el acto de autoconfiguración que desarrolla la persona ante las situaciones concretas que le presenta el destino.

Dedicaremos la atención al valor vivencial para explicar la pérdida y el duelo, tema central de la tanatología.

El valor vivencial hace referencia a la experiencia, el encuentro y el amor por lo que necesariamente está inmerso en el mundo de las relaciones que plantea Buber. Este mundo está definido por la “palabra primordial” (Buber, 1984): Yo – Tú. Las esferas de este mundo de relación son a decir del autor:

Primera esfera: nuestra vida con la naturaleza. La describe “como una relación oscuramente recíproca que está por debajo del nivel de la palabra” (idem).

Segunda esfera: nuestra relación con los hombres. Dice de ella, “una relación manifiesta que adopta la forma del lenguaje. En ella se puede dar y aceptar el Tú” (idem).

Tercera esfera: comunicación con las formas ininteligibles. La explica como “una relación envuelta en nubes que se devela poco a poco. Es muda, pero suscita una voz. No se distingue ningún Tú, pero nos sentimos llamados y respondemos creando formas pensando, acutando” (idem)

La esfera propia del tema es la segunda: nuestra relación con los hombres para explicar el duelo desde esta perspectiva.

Para entender la dinámica del duelo, Buttler (2004) propone considerar la central dependencia que vincula al Yo – Tú. Las relaciones humanas vistas desde esta perspectiva son relaciones de des-posesión basadas en el acuerdo tácito “un ser para otro, un ser en tanto a otro”. Es decir, nos confronta a la vulnerabilidad humana. Es en la pérdida del Tú donde reconocemos las diferentes maneras en que el otro me desposee de mi, invitándome a desconocerme. El Yo no es principio ni posibilidad; es en la relación Yo – Tú que el Yo accede a su subjetividad.

Basado en estos conceptos el duelo se entiende como el reconocimiento de la pérdida del otro. Cuando nos dolemos por la muerte del otro, realizamos un proceso, que en un principio es inconsciente que al llegar a la aceptación se vuelve consciente, que la pérdida nos cambiará para siempre y de forma definitiva. Por lo tanto, el fin del duelo es aceptar esta transformación.

El siguiente esquema trata de explicar de forma gráfica el duelo y su fin:

YO – TÚ

El Yo se conoce en la relación con el Tú y el Tú también se convierte en Yo que se conoce a través del Tú.

Pérdida: YO – O

No es sólo sufrir la pérdida, el Yo se vuelve inescrutable ante sí mismo. El Yo ya no tiene al Tú que le permitía conocerse. Por lo tanto, esta pérdida contiene la posibilidad de aprender un modo de des-posesión que se revela en el desconocimiento de mi (Yo). Por lo tanto,

La virtud del duelo

Es posicionar al Yo como desconocimiento, como devenir. Yo no ya como afirmación o posibilidad.

Entonces, regresando a la relación YO – TÚ

“TÚ ERES LO QUE YO GANO A TRAVÉS DE ESTA DESORIENTACIÓN Y ESTA PÉRDIDA. ASÍ, ES COMO SE HACE LO HUMANO, UNA Y OTRA VEZ, EN TANTO AQUELLO QUE TODAVÍA NO CONOCEMOS” (Buttler, 2004)

Este esquema puede ser fundamento para crear formas de intervención tanatológica, para comprender mejor que la vulnerabilidad nos hace más humanos, teorías de poder, en fin.

Comprender así una pérdida nos abre la ventana de una infinidad de posibilidades para el Yo. Y por otro lado, una forma de honrar al Tú ya que gracias a su partida nos despose y nos alienta a elegir una de estas muchas posibilidades. Es aquí donde los conceptos de la logoterapia en cuanto al sentido del sufrimiento nutren para hacer de esta experiencia camino y del sufrimiento una posibilidad de autoconfiguración.

La pérdida evoca necesariamente la vulnerabilidad del hombre. La persona que se pone al frente de su humanidad. El valor actitudinal permite la realización de sentido en una situación que provoca tanto sufrimiento como la pérdida por muerte de un ser amado con quien hemos realizado el valor vivencial. Y yendo más lejos, aún en nuestra propia muerte.

La capacidad de sufrimiento es el acto de autoconfigurarse que desarrolla la persona ante las situaciones concretas que le plantea el destino, en este caso la muerte. Lo contrario a esta capacidad es la apatía o la incapacidad de sufrir.

Jaspers, dice que el ser del hombre es “ser decisivo”, es decir, nunca “es” sino que cada uno decide lo que “es”. Por lo que es en el acto de decidir que el hombre se define (Frankl, 2000). Así, en la situación de pérdida, que estamos tratando, ya hablamos de que el Yo se desconoce y se abre un vació ya que se perdió el Tú de la relación. En el duelo existe la posibilidad, no nada más de decidir con el uso de la libertad y responsabilidad, sino también y lo más vital, de decidirse. Sin restar importancia a la actuación como otro factor indispensable para el desarrollo de la personalidad, ya que no es suficiente con sólo elegir.

Por tanto, la autoconfiguración tiene como factores relacionales: el destino, la persona que soy, el carácter que tengo y la personalidad que llego a ser (Frankl, 2000)

El sufrimiento existe y basta con preguntarle a una esposa que ha perdido a su esposo, a un hijo que ha perdido a su madre o a su padre, a unos padres que han perdido a un hijo… Para Frankl existen dos tipos de sufrimiento que vale la pena diferenciar. El primero, es el no real o evitable. Hace referencia al dolor que causan situaciones, creencias, pensamientos o problemas que tienen solución. El segundo, es el real o inevitable. Son situaciones que no dependen de nosotros que causan dolor; principalmente las que plantea el destino.

Frankl explica el sentido del sufrimiento en su libro El hombre doliente, de la siguiente manera:

Sufrimiento = obrar + incremento (crecer)

El sufrimiento nos ofrece una posibilidad de obrar pero también la oportunidad de un incremento, es decir, de crecer. El proceso del sufrimiento tomando en cuenta estos dos factores sería de la siguiente manera:

Asumo el sufrimiento por lo tanto crezco. Y en este proceso se activa el metabolismo y siento un incremento de fuerza. El metabolismo funciona transformando la sustancia o el material bruto que es el destino convirtiéndolo en fuerza. Esta fuerza es la capacidad de sufrimiento. Así, la persona no puede configurar el destino exteriormente, no puede cambiar la situación. Pero es la capacidad de sufrimiento que le permite dominar el destino desde dentro, trasformando el destino del plano fáctico (exterior) al plano existencial (interior). Por ejemplo el factum: una enfermedad que es dada, pasa por un proceso de elaboración existencial dentro de la persona quien puede decir: “padezco la enfermedad, que me es dada como una TAREA, mi responsabilidad radica en lo que yo vaya a hacer con ella, la actitud que voy a tomar”:

Sufrimiento = obrar + incremento (crecer) + madurar (hacia la mismidad)

El verdadero resultado del sufrimiento es un proceso de maduración que consiste en la libertad interior a pesar de la dependencia exterior. Los valores creativos y vivenciales dependen de la realización. En cambio, los valores de actitud son libres de condiciones y circunstancias, libres para dominio interno del destino y libres para el sufrimiento auténtico. Por lo tanto, es en las situaciones extremas que la persona alcanza la libertad interior que es la piedra de toque para la madurez plena:

Sufrimiento = obrar + incremento (crecer) + madurez (hacia la mismidad) + enriquecerse.

El enriquecimiento es el encuentro de la verdad. Para mi, el encuentro con el amor incondicional, es decir, el encuentro con la Vida.

En el desarrollo de estas ideas se puede mirar desde un ángulo específico, el abrazo fecundo de la tantología y la logoterapia. Es un abrazo que se vive en el centro mismo de la persona como experiencia existencial y también, como lo hicimos aquí, desde las ideas. Aporta elementos vivenciales y conceptuales para comprender la propia existencia: la vida como posibilidad plena de sentido y la muerte, las pérdidas, los duelos y el sufrimiento, también como posibilidad de sentido que nos pone en contacto con la vulnerabilidad del hombre y por lo tanto con la humanidad misma.

Bibliografía

  • BUBER, Martín. Yo y tú. Ediciones Nueva Visión., Argentina., 1984., pág. 93
  • BULTER, Judith. La vida precaria. Nueva York, 2004
  • FRANKL, Víktor E. Ante el vacío existencial. Herder., Barcelona., 2001., pág. 152
  • FRANKL, Víktor E. El hombre doliente. Herder., Barcelona., 2000., pág.310

Ficha técnica elaborada por la Lic. Teresita Tinajero Fontán, del Instituto Mexicano de Tanatología, A.C. Reproducido por el IPCE con fines académicos. México, 1999.

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  • Uno de los principales planteamientos de la logoterapia es que el dolor o sufrimiento tiene sentido. Que la persona que sufre alcanza profundidades que no alcanzaría sin ese dolor. El homo patiens es superior al homo sapiens.

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2 comentarios

  1. Excelente artículo Ana, Te felicito.
    Soy Tanatólogo de San Luis Potosí, nos conocimos x Gerardo Moreno

  2. Muy bueno su artículo, lo consulté porque estoy a punto de terminar mi diplomado en Tanatología.
    Me pidieron leer el libro de Víctor Frankl, El Hombre en busca de sentido, y conforme leía, me cuestionaba esto tiene que ver con Crecimiento Personal, esto de buscarle sentido a la vida no es otra cosa que éso me dije. Hoy, gracias a su artículo confirmo la unidad que existe entre estas dos disciplinas. Nadie me había hablado de Logoterapia.

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