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Amor y sexo en el pensamiento de Viktor Frankl

Por Lic. Andrés A. Luetich

Amor y sexo en el pensamiento de Viktor Frankl (1)

Matrimonio y amor parecen ser dos cosas estrechamente relacionadas. Pero esto sólo pasa desde que existe el matrimonio de amor […] un fenómeno relativamente reciente […]. Cabe decir, no obstante, que el amor es generalmente la condición y el requisito de eso que se llama un matrimonio feliz. La cuestión es si la felicidad basada en el amor es duradera. […]

Ahora bien, ¿qué es el amor? ¿Es la simple y estricta sexualidad, como creyó Sigmund Freud, susceptible únicamente de transformarse en una sublimación de las energías sexuales? Tal es la tesis del reduccionismo, que intenta convertir todo fenómeno en epifenómeno, haciéndolo derivar de otros fenómenos. Pero el reduccionismo no se basa en datos empíricos, sino en una visión del hombre que no formula de modo explícito: la prosupone sin más. […]

Pero si no queremos someter un fenómeno como el amor al lecho de Procusto de interpretaciones y adoctrinamientos arbitrarios y aspiramos a aprehenderlo sin merma, no será suficiente una exégesis psicoanalista y tendremos que recurrir a un análisis fenomenológico. En esta perspectiva el amor aparece como un fenómeno antropológico de primer orden. El amor, en efecto, se revela como uno de los dos aspectos de eso que yo llamo la autotrascendencia de la existencia humana […], el hecho antropológico fundamental de que el ser humano remite siempre, más allá de sí mismo, hacia algo que no es él: hacia algo o hacia alguien, hacia un sentido que el hombre colma o hacia un semejante con el que se encuentra. Y el hombre se realiza a sí mismo en la medida en que se trasciende: al servicio de una causa o en el amor a otra persona. […] El hombre sólo es plenamente él mismo cuando se pasa por alto y se olvida de sí mismo. ¡Qué hermoso es un niño cuando se le fotografía y él no se da cuenta, absorto como está en el juego! (2)

Antes hablamos de encuentro: ¿Es que hay que definir el amor como encuentro? El encuentro es una relación con un semejante en la que se reconoce a éste como ser humano. […] Hace a la actitud esencial del hombre que el semejante nunca sea degradado a simple medio para un fin. (3)

Ahora bien, parece que el amor supone un paso más respecto al encuentro, ya que no se limita a acoger al semejante en su condición humana, sino además en su unicidad y singularidad o, lo que es lo mismo, como persona (4). Porque la persona no es un ser humano como los otros (5), sino diferente de los otros, y en esta diferencia resulta ser algo único y singular. Y sólo cuando el amante acoge al amado en su unicidad y singularidad , éste se convierte para él en un tú (6).

El primer aspecto de la autotrascendencia, la búsqueda y alcance de un sentido, puede expresarse con un concepto […] que yo suelo llamar «deseo de sentido», […] una motivación sui generis que, como tal, no se reduce a otra motivación (reduccionismo), ni puede derivarse de ella. Abraham H. Maslow llega a afirmar que el deseo de sentido es la «motivación primaria», base de la conducta humana.

Pero actualmente podemos observar la constante frustración a que está sometido este deseo de sentido, y los psiquiatras vemos cómo el sentimiento del absurdo le arrebata la primacía como origen de la neurosis, incluso en los países comunistas y en desarrollo, al sentimiento de inferioridad descrito por Alfred Adler (7). Este sentimiento de absurdo va acompañado de una conciencia de vacío que yo llamo «vacío existencial». Y en esta vacío existencial prolifera la libido sexual. Sólo de este modo se puede explicar la inflación sexual que ha producido en nuestro tiempo. Como toda inflación, incluida la del mercado de dinero, conduce a una devaluación. La sexualidad […] se va desvalorizando en el curso de la inflación sexual a medida que se deshumaniza. Porque la sexualidad humana es más que la mera sexualidad. Y lo es en la medida en que viene a ser la expresión de una relación amorosa.

Sin embargo, la afirmación de que la sexualidad humana es más que mera sexualidad no es suficiente, porque también la sexualidad animal supera lo meramente sexual. Irenäus Eibl-Eibesfeldt ha hecho notar […] que “el comportamiento sexual de los vertebrados está al servicio del grupo”, especialmente en los primates. […] “la unión sexual cumple en el ser humano la doble finalidad de la procreación y la vinculación a la pareja. Pero el hecho de que la sexualidad esté al servicio de la vinculación a la pareja presupone una relación interhumana, es decir, el amor como unión individualizada. El amor es una relación interhumana individualizada, y un cambio constante de pareja está en contradicción con él.” […] El ser humano “muestra en este sentido una tendencia congénita a la relación conyugal duradera”. […] “Una desindividualización de la relación sexual […] significaría la muerte del amor”.

Es más: la «muerte del amor» acarrearía, a nuestro juicio, una disminución del placer. […] Cuando la sexualidad no es ya expresión del amor, y pasa a ser un medio para la obtención de placer, este mismo placer fracasa; […] cuanto más se busca el placer, más se escapa éste. Mis experiencias me dicen que la impotencia y la frigidez obedecen en la mayoría de los casos a este mecanismo. […]

Según esto, la optimización del goce sexual exige que no se aísle ni se desintegre la sexualidad separándola del amor y deshumanizándola. Pero no debemos olvidar que la sexualidad así deshumanizada no se humaniza de pronto, sino que requiere un proceso. Tomemos, […] para explicarlos, un par de conceptos de Sigmund Freud: la distinción entre objetivo y objeto del instinto. Cuando empieza en la pubertad el desarrollo y la maduración de la sexualidad en sentido propio se produce la descarga de tensiones sexuales acumuladas -en el sentido de un objetivo del instinto-, una descarga que no hay por qué concebir en forma de acto sexual: para esto basta la masturbación. Sólo en una fase posterior del desarrollo y la maduración sexual se agrega un objeto de instinto, aparece en el horizonte una pareja idónea para el acto sexual, una pareja cualquiera: para esto basta una prostituta.

Esto significa que la sexualidad no alcanza aún en esta fase el plano propiamente humano, no está aún del todo humanizada, ya que en el plano humano la pareja no pasa a ser objeto, sino que es sujeto y, sobre todo, no puede ser utilizada como mero medio para un fin, el fin de la satisfacción del instinto o de la obtención del placer. Lo cual no excluye obviamente que el placer aparezca tanto más, cuanto menos el hombre se preocupe por él.

¿Qué ocurre cuando el hombre, en su desarrollo y maduración, se estanca en la primera o en la segunda fase, o «regresa» a una de las dos fases? Mientras el individuo se encuentra en la primera fase y cree poder realizar el acto sexual sin el objeto del instinto […] necesita de la pornografía. Pero si no ha pasado más hallá de la segunda fase, esta «fijación» se manifiesta en la promiscuidad, y en todo caso ya le basta la prostitución.

Resulta así que tanto el consumo de pornografía como la necesidad de prostitución, incluida la necesidad de promiscuidad, son síntomas de retraso psicosexual. […] Pero la industria del placer sexual tiene buen cuidado de glorificarlos sublimándolos como «progresistas». La industria de la «ilustración sexual» contribuye a ello denunciando la hipocresía, pero procediendo a su vez hipócritamente al clamar por la «libertad de expresión», con lo que quiere decir «libertad para el negocio y el lucro». El resultado de todo esto es una presión de consumo sexual que genera trastornos de potencia. Estos trastornos […] suelen producirse cuando el paciente tiene la impresión de que la potencia es un «rendimiento» que se espera de él, que se le exige y reclama, sobre todo cuando la exigencia procede de su pareja. […]

He dicho que la sexualidad humana se deshumaniza cuando queda degradada en simple medio para la obtención de placer. Pero también es un abuso considerar la sexualidad como mero medio para la reproducción en lugar de dejarla ser lo que es: expresión del amor. Y precisamente una religión que define a Dios como amor debía haber evitado definir ex cathedra que el matrimonio y el amor sólo tienen sentido si se ordenan a la procreación. En todo caso, esto se proclamó en una época en la que no sólo el casamiento por amor era una excepción, sino que lo normal era una gran mortalidad infantil. Hoy nos encontramos, en cambio, con el problema contrario: la explosión demográfica. Y tenemos «la píldora» a nuestra disposición. Pero la píldora sólo puede contribuir a humanizar la sexualidad si ésta se emancipa: la sexualidad sólo pasará a ser la culminaición del amor si se pone voluntariamente y temporalmente, y no forzosamente, al servicio de la procreación.

BIBLIOGRAFÍA

Frankl, V. 1994 El hombre doliente
Barcelona: Herder
 
Luetich, A. 2002 Beata y Sofía
Rosario: edición del autor

NOTAS

(1) Contribución del autor a una obra colectiva japonesa y a otra obra similar danesa de 1973.

(2) Encuentro una gran cercanía entre estas palabras de Frankl y la expresión de Jesús respecto de que quien quiera ingresar al Reino de los cielos deberá ser como un «niño». Por el contrario, considero esta imagen muy alejada del espíritu que se transforma en «niño», según el Zaratustra de Nietzsche (De las tres transformaciones del espíritu). Tanto en Frankl como en los Evangelios, se destaca del niño su capacidad de concentrarse y contemplar con asombro las maravillas que lo rodean. El niño de Nietzsche es, por el contrario, creador que genera nuevos mundos sin el peso de la responsabilidad por sus actos.

(3) Frankl hace aquí una explícita alusión a la «segunda versión del imperativo categórico de Immanuel Kant».

(4) Al señalar que no toda relación humana es una relación personal, Frankl se suma al planteo de Gabriel Marcel, quien denomina justamente a las relaciones personales «relaciones intersubjetivas» o «relaciones de amor».

(5) El Principito de Saint-Exupéry les dijo a las rosas que encontró un día en el jardín, y que por fuera se parecían a su rosa: “No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún.”

(6) Si profundizamos la línea de reflexión que iniciara Feuerbach y continuara entre otros Buber sobre la «relación yo-tú», deberíamos concluir que, como el «yo» surge sólo allí donde hay un «tú», y el «tú» sólo se da en la relación personal o de amor, no hay «yo» sino a partir de una relación de amor fundante.

(7) En la segunda mitad del siglo XIX, Nietzsche anunció con crudeza la llegada del nihilismmo y señaló como esencial al hombre la «voluntad de poder». Tanto Frankl como Adler, cada uno a su manera, prosiguieron la reflexión nietzscheana. Adler centra su atención en la «voluntad de poder» y Frankl en la «voluntad de sentido». En este pasaje, Frankl señala que el nihilismo o «sentimiento de absurdo», que atenta contra la «voluntad de sentido», es un generador de neurosis mayor que el «sentimiento de inferioridad», que atenta contra la voluntad de poder. Con ello pretende mostrar que la supuesta primacía de los instintos más bajos —proclamada por los «reduccionismos» con sus explicaciones ab inferiori del placer (Freud) y del poder (Adler)— no es más que mera suposición y que los datos de la experiencia clínica muestran a la voluntad de sentido como una fuerza tanto o más primaria (básica) que aquellos.

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2 comentarios

  1. Siendo el hombre cuerpo y espíritu, el cuerpo desea placer y el espíritu desea amar, ambos se complementan, si uno de ellos domina, tenemos pasión carnal( cuando es del cuerpo)o romanticismo idealista, juntos los dos dentro de una armonía adecuada gobernada por el Espíritu de Dios, nos da LA VIDA.

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