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Adolescencia y Proyecto de vida

Por Julio Ayala

JULIO AYALA[1]

“Mi presente tiene
raíces de pasado
y arboleda de futuro
(…………………..)
Tengo ansias de futuro.
No quiero perder mi presente.
Deseo conservar mi pasado”[2]

1. Introducción.

De la adolescencia a la adultez hay un tiempo prologado, sea porque la adolescencia se inicia cada vez más temprano y termina –si es que termina, como en algunos casos- cada vez más tarde. Los fenómenos biosicosociales y espirituales que se dan en este tránsito de la adolescencia a la madurez son muy variados y complejos.

Empecemos por investigar para intentar comprender esta complejidad del proceso adolescente desde el sentido etimológico de algunas palabras que caracterizan a la adolescencia. Proponemos algunos términos conocidos por su relación con la adolescencia, cuyos significados originales presentamos a continuación.

 Adolescencia – Transición – Crisis – Adultez

Adolescencia: deriva del verbo “adoleceré”, del latín, que significa “crecer”. Adolescencia es participio activo de dicho verbo, “adoleceré”. Entonces tenemos que adolescencia sería “aquel que está creciendo”[3].

Transición: deriva de “transitio” (del latín), que significa “acción de pasar más alla´”. Derivado de “transido”, cuyo significado es “consumido de alguna penalidad o angustia”. Al principio se empleaba sólo para expresar “transido de frío”, “transido de hambre”, “transido de dolor”, como uso figurado del participio “transir”, que significa “morir”. Entonces “transición” en el proceso adolescente, sería “el momento doloroso en que algo muere para pasar a otro momento”.

 Crisis: deriva del griego “krisis” que significa “desición”. A su vez “crisis” deriva de “krino” que quiere decir: “yuo decido, distingo, separo, juzgo”. También “crisis” significa “mutación grave que sobreviene en una enfermedad para mejoramiento o empeoramiento”, “momento decisivo en un asunto de importancia”. De “krisis” deriva también la palabra “criterio”: “juicio, facultad de juzgar”. También la palabra “crítico”: “que juzga, decide”. La adolescencia el momento de decidir, distinguir, juzgar.

 Adultez: Adjetivo calificativo del verbo “adolescere” (crecer). Adulto es participio pasivo del verbo “adolescere”. Entonces tenemos que adulto sería la calificación del “que ha estado creciendo” o del que “ha llegado al término de la adolescencia” o “al término del desarrollo o crecimiento”. Su sinónimo es madurez.

El adolescente, “el que está creciendo” es, pues, aquel que está pasando un periodo de transición y de crisis. Vale decir, un tiempo de duelo porque algo muere en él, en este caso muere la infancia, para pasar poco a poco a otro momento, la adultez. Es un tiempo decisivo, un momento en que el adolescente empieza a tomar decisiones, a juzgar e incluso a criticar.

Transición es el tiempo que transcurre desde el inicio de la adolescencia hasta la adultez y crisis implica cambios para mejoramiento o empeoramiento. Estos cambios que se dan en el adolescente son:

* Internos:

– Biológico-corporales (físicos, químicos, fisiológicos, etc.)

– Psicológicos (emocionales, intelectuales motivacionales, etc.).

– Espirituales (momentos descreimiento de los valores religiosos y momentos de cierto misticismo, etc.)

* Externos:

– Sociales (el adolescente recibe señales contradictorias: por momentos se lo trata como a un adulto y en otros como un niño, etc.)

– Económicos (los adultos pueden controlar el manejo del dinero y así controlan la conducta del adolescente y/o en ocasiones ceden mucho y en otras son estrictos, etc)

2. La adolescencia, los cambios y sus consecuencias.

Los cambios propios de este período de la vida conducen a su vez a sentimientos pérdidas, concientes o no. Por tanto, como decía, la adolescencia es un tiempo de duelo por las pérdidas del momento evolutivo. Estas pérdidas son:

– del cuerpo infantil

– del rol infantil

– de los padres de la infancia y

– de la sexualidad de la infancia [4]

 A partir de nuestras investigaciones, hallamos otra experiencia de pérdida en la adolescencia, consecuentemente de duelo, que hemos denominado el duelo por la culminación de los estudios secundarios, por supuesto, para aquellos adolescentes que acceden a dichos estudios. Este concepto original, lo venimos trabajando en nuestra práctica profesional institucional con adolescentes y sus padres y profesores desde hace más de 23 años.[5]

 Estos duelos elaborados, trabajados, conciente e inconcientemente, por los adolescentes conducen a la posibilidad de asumir:

– el cuerpo adulto

– el rol adulto

– a unos padres de una persona en camino de ser adulto.

– una sexualidad adulta.

 Ahora podemos preguntarnos:

3. ¿Qué es, pues, la adolescencia?

Nuestra concepción es que la adolescencia es el momento de transición (el momento del paso angustioso, doloroso), el momento crítico, de mutaciones graves, el momento de cambios biosicosociales y espirituales condicionantes del crecimiento y desarrollo del ser humano en que éste asume decisiones, juicios y criterios para mejoramiento o empeoramiento. Es el tiempo de diferenciar y diferenciarse, de construir y asumir una identidad

 La respuesta del adolescente a esas experiencias es la búsqueda. Esta búsqueda conducirá a una nueva identidad y la adopción de un sistema de valores, una ideología y un proyecto de vida.

Estos cambios, pérdidas y duelos requieren del acompañamiento de los adultos, padres, docentes, etc. Sólo se crece con otros, mejor comunitariamente. En este sentido, tanto la familia como la Escuela adquieren una gran importancia y cada vez más, en la medida que en esta pos-modernidad hay una severa escasez y una gran ausencia de adultos, personas maduras, referentes significativos en la vida de los niños y adolescentes. Nadie crece solo, el yo requiere de un tu para crecer.

4. La Familia y la Escuela.

Muchas son las vicisitudes propias del proceso adolescente que este tiene que sortear. Aquí menciono sólo algunas de ellas y que tienen relación con la convivencia con los adultos.

 Para que el adolescente crezca en su relación con la realidad, en la construcción de su identidad y desarrolle su capacidad de pensar, requiere del sostén y acompañamiento de los adultos, los padres en la familia y los docentes en las instituciones educativas.

Estos logros del proceso adolescente son fundamentales para:

– salir de la niñez,

– salir de los duelos por las pérdidas,

– consolidar una identidad

– y asumir una adultez que le ayude a elaborar un proyecto de vida.

 Naturalmente, los adolescentes requieren de adultos que estén interesados en ellos y que estén no sólo para ellos sino con ellos. En este contexto el tiempo es, pues, muy importante porque sabemos que quien da su tiempo da su persona. El tiempo, no sólo la calidad sino la cantidad son importantes. El tiempo disponible y destinado a estar con el adolescente es un requisito para su crecimiento personal y comunitario.

 Sin embargo, nuestra sociedad actual es altamente infantilizante al no ofrecer los adultos – en la familia y en las instituciones educativas- el continente para que el adolescente salga airoso de la infancia, desarrolle sus potencialidades y se constituya en adulto responsable.

 La gran tarea, entre otras, del proceso adolescente es:

– Asumir las responsabilidades propias del momento evolutivo,

– Crecer y desarrollarse sano física, psíquica, social y espiritualmente.

 Este desarrollo y crecimiento del adolescente exige al adulto fidelidad a sus valores e ideales, compromiso y testimonio.

Nuestra observación y experiencia es que en las familias y en las instituciones educativas hay sufrimiento. Lo peor es que todos sufren, en las familias y en los colegios, tanto los adolescentes con problemas como los que no los tienen y los adultos igualmente (padres, profesores y directivos).

 Las quejas más frecuentes de los profesores -verdaderos estereotipos y generalmente con suficiente razón- son que: “no quieren estudiar”, “molestan el desarrollo de las clases”, “no trabajan en clase”, “no traen sus materiales de trabajo”, “no siguen las directivas del profesor”, “agreden a sus compañeros”, “ofenden a los profesores”, “destruyen los materiales de estudios”, etc. Y de parte de los adultos notamos que hay mucha pasividad, se deja pasar todo, no se interviene para educar, para formar, salvo honrosas excepciones de aquellos adultos con verdadera vocación.

 Por otro lado, muchos adolescentes (y también adultos) poseen, “adoran” algunos objetos que se convierten en verdaderos ídolos: los celulares, los jueguitos electrónicos, el dinero, las ropas y calzados de marca, etc. Es la “idolatría”, la que a la larga puede conducir a la crisis de sentido (pesimismo, escepticismo, sensación de vacío, etc.) o al endurecimiento del corazón, propio del fanático que niega la realidad para poder seguir creyendo en sus ídolos. La verdad es que terminan siendo poseídos por lo que poseen y, aún así, no paran de consumir.

Nuestra observación nos dice que también hay un vacío de autoridad, tanto en la familia como en la escuela. Y es así como la omisión de la autoridad (paterna o docente) trae consecuencias graves para la vida del adolescente y de la sociedad, al igual que el autoritarismo de algunos adultos.

La ausencia de la autoridad paterna, a veces, aún estando el padre presente en la vida familiar, puede producir el peor de los abandonos. En este caso observamos que los adolescentes quedan atrapados ante la presión del deseo del goce pulsional (el “Quiero ya!” violento), el goce inmediato como único sentido posible de la vida. Y luego, según las circunstancias sólo resta al final, en muchos casos, la muerte por autoeliminación, por “accidentes”, por homicidios, por exceso de consumo de drogas, etc. el vacío existencial, la vida sin sentido.

Aquí recuerdo el fragmento de un poema (sin título como todos sus poemas) del citado Silvio Codas Gorostiaga, quien no era poeta (cuya hija, Elena Codas, publicara estos poemas). Dicho fragmento dice así:

“(…) el hombre es un ser para la vida,

aquella que no está para vivir

sino para ser intensamente vivida,

para ser en la libertad,

tener las puertas abiertas

a la intimidad reflexiva

y la convivencia projimizada.

(…)Entonces, la vida, por fin, albergará un sentido(…)”[6]

En este contexto de la vida sin sentido, los adolescentes pierden los límites, falta el autodominio y se producen los desbordes individuales, grupales y hasta masivos. Como decía César Medina, distinguido colega, de feliz memoria: “(…) todo tipo de maltrato va en aumento y pareciera que se va volviendo normal, hasta da la impresión de constituirse en una cierta satisfacción con el mal, en un puro goce con la maldad y la destructividad (…)”.

Por otro lado, cada vez contamos con menos adultos maduros, tanto padres y madres en las familias, como profesores en los colegios. Tanto es así que en la especialidad, hoy día, estamos hablando cada vez menos de adultos y cada vez más de pos-adolescentes, aquellas personas que por diferentes razones han dejado de crecer y madurar y se han quedado en el egoísmo, el egocentrismo, el individualismo, la indiferencia, la avaricia, en la incapacidad de dar y darse. Además, casi siempre son personas autoritarias y/o abandónicas. Viven como auténticos discapacitados, cuando muchos y verdaderos discapacitados dan testimonios de una vida digna, madura y donada a los demás.Dice Silvio Codas Gorostiaga:

 ¡Qué difícil es acercarse a uno mismo!

 Tenemos que comprender que el adolescente no es alguien hecho y derecho sino portador de potencialidades y cuestionamientos que requiere de adultos firmes, pero afectuosos, accesibles, abiertos y contenedores de sus desbordes, serenos y amables, pero limitadores, razonables y sensibles para vincularse e interactuar como personas adultas y maduras.

Cada vez también los vínculos familiares son más flojos, al igual que en las aulas con los profesores. Muchas veces, estos desconocen los nombres de sus alumnos, y así recíprocamente. No hay relacionamiento ni tiempo para escuchar y educar. A lo más, se llega a instruir, lo cual consideramos importante, pero insuficiente. Sin embargo, el adulto que deja de defenderse contra “el empuje creativo e innovador del adolescente”, el adulto abierto porque reconoce que puede seguir creciendo con el otro, en este caso el adolescente, también es capaz de soportar las preguntas, puede escuchar y tener una mirada más amplia, puede ver “lo esencial que es invisible a los ojos”, según el zorro de “El Principito”, para hablar o hacer, por saber, querer y poder. Yo diría por vocación.

Estos adultos son los que pueden tener la fructífera experiencia de encuentro con el adolescente de hoy (no con el adolescente del estereotipo antes mencionado o el del prejuicio del adulto). Estos adultos maduros son personas que logran construir una relación con el adolescente, entonces ambos -adultos y adolescentes- crecen en esa relación yo-tú y son capaces de construir un nosotros comunitario.

La tarea educativa –en la familia y en la escuela- no es solamente instruir, transmitir conocimientos, sino compromiso con la formación desde una posición de sujetos éticos, esto sí puede permitir utilizar el conocimiento y no ser usado por dicho conocimiento. En los colegios muchas veces nos damos cuenta que pasado un tiempo los jóvenes llegan a caer en la cuenta del exceso de “objetividad” que se les ha brindado y luego se sienten vacíos en su ser persona, se han construido como individuos y muy poco como personas, según la concepción de Emmanuel Mounier. Individuos marcados por una profunda incredulidad y desconfianza en relación a los valores de lo humano. Pocos profesores se relacionan y se comprometen con los adolescentes como personas, lo hacen más como alguien, a quienes tienen que instruir, enseñar y acaban por no educar..

A veces el relacionamiento está basado en prejuicios, en la desconfianza, sin criterios de realidad, de ambas partes.

En estas condiciones muchas familias e instituciones educativas producen efectos deshumanizantes y despersonalizantes en los adolescentes y otros miembros de dichos lugares, luego sus padres, directivos y los mismos profesores se quejan de los adolescentes. Estos, generalmente, terminan por no respetar a sus padres y a sus profesores. Entonces se les hace cuesta arriba asumir sus deberes, sus responsabilidades, valores indicadores de madurez, de estar en camino hacía la adultez.

Pero no todo está perdido, también depende del nivel de nuestro compromiso y de nuestras propuestas para aportar lo diferente. La excelencia no está precisa y exclusivamente en lo académico sino, por sobre todo, en las relaciones interpersonales, en el estilo de convivencia, en los valores vividos.

El proyecto de vida.

La adolescencia es el momento de encarar dos grandes preguntas:

– ¿Cuál es el sentido de la vida?

– ¿Hacía dónde orientarla?[7]

 Estas preguntas formuladas son señales de que el adolescente está en la búsqueda. Silvio Codas en otro poema escribe:[8]

“(…) Se busca en uno mismo,

se busca en los demás,

en el mundo que nos retiene, en el espacio que nos incluye (…)”

 Y esta búsqueda en este período de la vida es muy importante:

– Conocerse a sí mismo, el autoconocimiento, principio de todo conocimiento.

– Saber cuál es su valor como persona, pues esta es la primera vocación, la llamada a ser persona plena, en la realización de unos valores, con otros.

– Saber cuál es el significado de su vida. Porque sólo así el adolescente puede definir el sentido de su vida.

– El proyecto de vida busca una síntesis adecuada de los aspectos motivacionales cognoscitivos y ejecutivos del pensamiento.

– La necesidad de elaboración personal del proyecto de vida nace siempre a partir de las condiciones culturales, ambientales, socioeconómicas concretas en las que vive la persona y de su espontaneidad y creatividad.

– El proyecto trata de armonizar lo real y lo ideal.

– El ambiente ofrece o no oportunidades de acción para mejorar la vida de cada persona.

– En este marco el adolescente se conquista y se construye poco a poco, en un clima de autenticidad y respeto..

– En algunos casos puede ocurrir muchas cosas: quedar en la pasividad, rumiar el tropiezo, dejarse estar, hacer síntomas, etc.

– Sin embargo, el proyecto de vida es pensamiento y acción siempre abierto y renovado para superar el presente y abrirse camino hacía el futuro, a la conquista de sí mismo y del mundo en que vive.

– El proyecto llena el vacío producido por el abandono de lo que uno ya es y ya ha hecho y por el lanzamiento hacía el futuro.

– La base más auténtica del proyecto se define por la posibilidad y la libertad.

(…) ”La búsqueda no tiene límites

en superficie ni en profundidad (…).

La búsqueda no cuenta

con caminos preparados;

sólo hitos entrecruzados

en enjambre marañoso.

La búsqueda es elección,

una trampa cautivadora de la cual es imposible desertar “(…).[9]

El proyecto también incluye:

– Objetivos

– Motivaciones

– Medios para lograr los objetivos

– y Planificación.

El proyecto en su sentido más original es el resultado de un proceso constructivo en marcha realizado por el joven que utiliza sus experiencias anteriores, sus posibilidades y las alternativas concretas que le ofrece el ambiente y la forma en que él modela su vida y su persona y es construido por ella.

El problema humano fundamental es despertar el deseo, hacer que nazca el sueño, el deseo de amar para luego buscar. En palabras de Silvio Codas:

“(…)n La búsqueda nos pone en el dintel de lo imposible,

nos envuelve con la fuerza torrencial del misterio,

nos eleva más allá de la cortedad de nuestros lindes,

en un vuelo de avideces, nos hace sentir posibles,

presentir desde dentro que el afán de perennidad

tiene en la vida un cometido que cumplir (…).[10]

 El camino para hacer realidad el sueño es un problema de ser y no de tener, es una cuestión de proyecto, de ideales y de convicciones para el compromiso y la acción responsable. Juan Pablo II también decía: “La vida es la realización de un sueño de juventud”.

Desde el personalismo comunitario entendemos que este es el camino de la persona, quien es llamada a la plenitud y la vocación es la respuesta a esa llamada. La primera vocación es ser persona plena, y esta es siempre comunitaria.

As/21/05/2010

——————————————————————————–

[1] Psicólogo, Psicoterapeuta, Presidente del Instituto Emmanuel Mounier, asociado a la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”, Asunción, Paraguay. Profesor Emérito de la misma, título otorgado en el presente año y Premio “Verbo Veritatis” (Ciencias humanas) también otorgado este año por la misma Universidad.

[2] Dr. Codas Gorostiaga, Silvio, Poemas y antipoenas, Editorial DERVISH, Asunción, Paraguay, Año 2000. Medico Neurocirujano, exdocente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Asunción. Amigo personal.

[3] Para las consideraciones etimológicas de los términos aquí tratados hemos consultado de Joan Corominas, su Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Tercera Edición, 4ª reimpresión, Editorial Gredos, Madrid, marzo de 1987.

[4] Aberasturi, Arminda y Knobel, Mauricio, La adolescencia normal, Editorial Paidós, Buenos Aires, diciembre de 1970.

[5] Ayala, Julio, El proceso de duelo en los adolescentes que concluyen el nivel secundario, publicado en el libro Documento acerca de la Juventud, en adhesión al Año Internacional de la Juventud, declarado por las NN UU, en al año 1985. Tema desarrollado y ampliado en un Panel El Psicoanálisis y las instituciones., como invitado especial de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APDEBA), y reprisada su publicación en la Revista de dicha Asociación, en el mismo año 1990. El presente artículo e una ampliación que incluye las citas del libro ya mencionado del Dr. Silvio Codas Gorostiaga.

[6] Codas, Gorostiaga, Silvio, Idem.

[7] Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, Plaza y Janés Editores, Barcelona, España, año 1994.

[8] Codas G., Silvio, poema sin título ni fecha, del mencionado libro del mismo autor, DERVISH Editorial, Asunción, Paraguay, año 2000.

[9] Ibidem

[10] Ibidem

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2 comentarios

  1. Excelente, el articulo, soy de la ciudad de San Miguel de Tucumán, en Argentina, estoy acompañando
    soy docente y acompaño desde una experiencia de vida comunitaria a 16 adolescentes , que comaprten la experiencia comunitaria y misionera, existe la posibilidad de conocer el esquema de acompañamiento de este proyecto de vida, la experiencia cuenta con una psicologa que hizo 3 años de logoterapia, pero nunca abordó esto , ya acompaña lamexperiencia desde hace dos tres años
    Desde ya muy agradecida y les auguro una lluvia de bendiciones por tan loable tarea, que el ser humano se encuentro con la razón de su existencia.
    noemi rojas

  2. Excelente!! Ayudar a los adolescentes en su crecimiento nos va dando al mismo tiempo esos toques finales de nuestro crecimiento. Dando vamos recibiendo sin ser ese el objetivo.
    Ellos los jóvenes necesitan de nuestra experiencia para alentarlos en su trayecto. El sentirse acompañado en la vida siempre nos estimula a seguir y no bajar los brazos porque sentimos que no estamos solos.

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